sábado, 25 de marzo de 2017

Madres tóxicas, un amor que agobia

Tener un hijo es uno de los regalos más grandes que puede recibir una mujer, pero no todas saben expresar su amor de manera asertiva. Hay madres que, intentando proteger a sus hijos, se comportan de forma demasiado sobreprotectora o controladora, de manera que terminan limitando sus potencialidades. Cuando esto ocurre, se puede hacer referencia a “madres tóxicas” ya que, en vez de contribuir al desarrollo de sus hijos, se convierten en un obstáculo que afecta profundamente su equilibrio emocional.

¿Por qué las madres se comportan de forma tóxica con sus hijos?

Muchas madres no se comportan de forma tóxica a propósito. En ocasiones las causas de ese comportamiento se hallan en la infancia que ellas mismas tuvieron. Cuando profundizamos un poco en su historia, encontramos que durante su niñez fueron controladas en exceso por sus progenitores o que estos las humillaban, maltrataban o se mostraban distantes emocionalmente.

Como tenemos la tendencia a imitar el estilo educativo con el que crecimos, la historia se repite otra vez, pero en esta ocasión la víctima se convierte en verdugo. Se trata de un ciclo en el que la madre pone en práctica las formas de educar y amar que le inculcaron en su niñez, porque son las únicas que conoce. Aunque resulta curioso que muchas de estas madres afirman que jamás les harían a sus hijos lo que les hicieron a ellas pero, sin darse cuenta, terminan adoptando el repertorio de comportamientos que tanto aborrecían.

En otros casos, las conductas de las madres tóxicas se deben simplemente a determinados rasgos de su personalidad. Por ejemplo, puede tratarse de mujeres tan dominantes y fuertes que necesitan mantener todo bajo control, de personas que piensan que expresar los sentimientos es un signo de debilidad y prefieren marcar las distancias emocionales o de madres narcisistas demasiado volcadas sobre sí mismas. En cualquier caso, en la base de esos estilos educativos casi siempre existe una gran inseguridad ya que esos comportamientos son una forma para reafirmarse y ganar en seguridad.


Los 5 tipos de madres tóxicas más peligrosas

1. Desdeñosa. Se trata de madres que optan por ignorar los logros de sus hijos. Si estos hacen algo por hacerla sentir orgullosa, simplemente hacen caso omiso del esfuerzo, intentan minimizarlo o lo dan por descontado. Por ejemplo, si el hijo llega con un regalo, en vez de agradecérselo, se limitan a decirle que era su deber.

El problema es que los niños están programados para buscar la aprobación y el amor de las madres, por lo que crecer sin su atención es muy dañino. Como resultado, las personas que han tenido una madre así se convierten en adultos que dudan de sus necesidades emocionales, se sienten indignos de atención y tienen una profunda necesidad de ser amados y validados.

2. Controladora. Estas madres se niegan a reconocer que sus hijos son una persona independiente, con una personalidad propia y capacidad para tomar decisiones. Básicamente, el hijo se convierte en una extensión de ellas mismas, y debe estar dispuesto a hacer todo lo que ella desee. Estas madres pretenden controlar cada aspecto de la vida de sus hijos, incluso lo que deben pensar y sentir. Normalmente imponen esas reglas se “por tu propio bien, porque solo una madre sabe lo que es mejor para su hijo”. 

El resultado de ese control excesivo suele ser una persona terriblemente insegura, que vive con una sensación de impotencia perenne. Y es que la madre, al no validar sus palabras y comportamientos durante la infancia, le inculcó la idea de que no era capaz de tomar las decisiones por sí mismo y confiar en su juicio.

3. Inaccesible. Las madres distantes emocionalmente están presentes físicamente y le proporcionan a su hijo los cuidados que necesita pero no le brindan afecto. Se trata de madres inaccesibles, desconectadas emocionalmente, que no responden con empatía a las emociones de sus hijos bridándoles la confianza y la seguridad que necesitan para crecer.

Obviamente, lidiar con una madre inaccesible emocionalmente puede ser muy difícil para un niño ya que estos comportamientos generan malestar y confusión. De hecho, se ha demostrado que incluso puede afectar la composición química a nivel cerebral ya que el intercambio afectivo es fundamental para estimular los receptores de cortisol en el niño, los principales encargados de absorber y amortiguar las hormonas del estrés. Por eso, estas personas pueden tener problemas para lidiar con el fracaso y las decepciones, así como sentirse culpables por ser felices y agobiarse con responsabilidades para compensar la ausencia emocional.

4. Envidiosa. Se trata de madres que denigran activamente a sus hijos y son hipercríticas ya que sienten celos de los logros de estos. El problema es que ven a sus hijos como rivales, por lo que les declaran la guerra, de forma abierta o encubierta. Generalmente recurren a armas como la culpa y la vergüenza. En vez de reforzar la confianza del niño e inspirar su potencial, piensan que es injusto que tengan éxito cuando ellas no lo han tenido. Como resultado, intentan aplastar sus victorias, haciéndoles sentir mal o culpándoles por su propio fracaso.

Obviamente, las personas que han crecido con una madre así suelen tener una autoestima muy baja y a menudo se sienten culpables, incluso por cosas que no dependen de ellos. También suelen sentir que son indignos de cualquier logro, por lo que intentarán quitarse méritos.

5. Narcisista. Se trata de madres que están muy preocupadas por las apariencias y las opiniones de los demás, que mantienen una conexión superficial con sus hijos porque están demasiado centradas en sí mismas. Vistas desde fuera, pueden parecer madres modelos, pero lo cierto es que sus hijos se convierten en una auténtica Cenicienta. Por ejemplo, si el hijo llega con un problema y necesita el apoyo de la madre, es probable que esta le diga: “tú no sabes lo que son realmente los problemas”, y comienza a hablar de los suyos, haciendo caso omiso de las dificultades y conflictos del hijo.

Este tipo de comportamientos es muy desconcertante ya que los niños esperan que sus madres les brinden apoyo pero, en vez de eso, se encuentran subordinados a su ego, sometidos a una gran presión. Una madre narcisista pedirá atención y adoración pero por mucho que su hijo se esfuerce, nunca logrará complacerla. Estas personas, al llegar a la adultez, terminan viviendo con miedo a que sus palabras o actos puedan ofender a otros y a menudo establecen estándares demasiado altos para sí mismos, que generan una tensión innecesaria en sus vidas.

¿Cómo lidiar con una madre tóxica?

El hecho de que una madre tenga comportamientos tóxicos no significa que no ame a sus hijos, sino que no sabe cómo relacionarse de una forma asertiva y empática con ellos. Por eso, es importante que aprendas a lidiar con este problema. ¿Cómo hacerlo?

- Rompe el ciclo de la toxicidad. Cuando te percates de que tu madre muestra comportamientos tóxicos, ponle freno. Es probable que se trate de un patrón relacional de vieja data pero eso no significa que se debe perpetuar. Hazle saber que eres lo suficientemente mayor como para tomar tus propias decisiones, que ella puede opinar pero no decidir por ti ni anteponer continuamente sus necesidades a las tuyas.

- Establece límites claros. Establece cierta distancia, que puede ser económica, emocional o comunicacional. La idea es que delimites un territorio propio en el que solo tú tengas acceso. De esta manera estarás bloqueando el exceso de control y la manipulación, le demostrarás que necesitas y estás dispuesto a alcanzar tu independencia y privacidad, porque no eres una mera extensión de ella.

- Céntrate en lo que puedes controlar. Es probable que después de muchos años, no logres cambiar todo lo que te desagrada de tu madre. De hecho, sería una misión prácticamente imposible, pero puedes controlar tu reacción ante ello. En vez de lanzar acusaciones que empeoren aún más la relación o intentar que entre en razón, expresa tus sentimientos. Cuando intente desplegar sus armas, simplemente dile: “No me gusta que te comportes así, me haces daño”. Así al menos dejas claro que no aceptas cómo te hace sentir.

- Marca una distancia de seguridad. No se trata de alejarte por completo de tu madre, sino tan solo de marcar una distancia de seguridad. Por ejemplo, en vez de pasar todo un fin de semana con ella, en el que invariablemente termináis discutiendo, pasad tan solo un día juntos. Otra estrategia es pasar tiempo junto a otras personas, ya que de esta forma los ataques suelen cesar o tienen un alcance más limitado. Se trata de descubrir las situaciones que te hacen sentir mal y evitarlas. 

- Blíndate contra las emociones negativas. Cuando tu madre utilice sus clásicas técnicas de sabotaje emocional, intenta no prestarles atención. Después de todo, la basura emocional solo se puede quedar en tu interior si le haces espacio. Por ejemplo, si te dice que esa ropa te sienta fatal, porque quiere minar tu autoestima, respóndele con seguridad diciéndole que a ti te gusta y que no te cambiarás. También puedes explicarle que ese momento no es el mejor para discutir cierto asunto, que hablarán de ello cuando esté menos alterada y más dispuesta a escucharte.

- Sé asertivo y fomenta la comunicación. Intenta abrir un espacio de comunicación asertivo donde expongas tus puntos de vista y deseos de una manera abierta. Después de todo, tu madre te quiere, el problema es que no sabe encauzar adecuadamente esa preocupación que siente por ti. Por tanto, explícale cómo te sientes y cómo te limitan sus comportamientos. Intentad buscar la mejor solución para ambos porque en los conflictos interpersonales, solo se gana cuando ambas partes ganan.

Jennifer Delgado Suárez

Psicóloga de profesión y por pasión, dedicada a hilvanar palabras.

viernes, 24 de marzo de 2017

Madres e hijas: El vínculo que sana también destruye



Cada hija lleva dentro de sí a su madre. Es un vínculo que jamás podremos romper. Siempre contendremos algo de nuestras madres, lo queramos o no. Para bien o para mal, somos un pedazo de ellas.

Y llega un momento de la vida en el que debemos ser conscientes de cuánto de nosotras se lo debemos a nuestras madres. Debemos conocer cómo nuestras madres han influido en la persona que somos hoy, y cómo siguen haciéndolo. Se trata de un acto de cariño, pero también de valentía y crecimiento personal, ya que las cosas que encontremos no siempre nos gustarán.

Un vínculo único que se forma desde el primer momento

Christiane Northrup, ginecóloga y obstetra, no pudo expresar mejor ese profundo lazo que nos une desde pequeñas a nuestras madres: “Nuestras células se dividieron y desarrollaron al ritmo de los latidos de su corazón. Nuestra piel, nuestro pelo, corazón, pulmones y huesos fueron alimentados por su sangre, sangre que estaba llena de las sustancias neuroquímicas formadas como respuesta a sus pensamientos, creencias y emociones. Si sentía miedo o ansiedad, o si se sentía muy desgraciada por el embarazo, nuestro cuerpo se enteró de eso; si se sentía segura, feliz y satisfecha, también lo notamos”.

Más tarde, cuando nacemos, las madres se encargan de proporcionarnos nuestras primeras experiencias de cariño y sustento. Su poder es tal que no solo nos contagian sus estados de ánimo sino que también pueden hacer que nuestro cerebro crezca. 

Un estudio realizado en la Universidad de Washington desveló que los niños que han crecido con madres que les transmitían seguridad y confianza tenían algunas zonas del cerebro más desarrolladas, como el hipocampo. Al contrario, los niños con madres distantes emocionalmente mostraban un desarrollo atrofiado.

Sin duda, el vínculo de una madre y su hija es uno de los más íntimos que existen. A través de esa relación aprendemos a amar o a odiar, a confiar o a desconfiar, a entregarnos o a demandar… El problema es que en algunos casos negamos ese lazo, y así nos negamos a nosotras mismas. Si no reconocemos cuánto de nosotras ha sido edificado por nuestras madres, no podremos crecer, nos quedaremos estancadas en la negación.

El legado que nos transmiten nuestras madres

De vez en cuando me sorprendo hablando como mi madre, usando algunas de las frases que me repitió mil veces durante mi infancia o haciendo ese gesto que delata que pasé muchos años a su lado, aprendiendo a ser yo misma. Y es que aunque nos convirtamos en personas adultas, independientes y autónomas, no podemos deshacernos del influjo que han ejercido nuestras madres.

Cualquier mujer lleva consigo las consecuencias de esa relación. Si nuestras madres nos han transmitido mensajes positivos y nos han enseñado a amarnos y respetarnos, sus enseñanzas se convertirán en una valiosa guía emocional que nos acompañará allí donde vayamos.

Sin embargo, si hemos tenido madres tóxicas, quizá hemos aprendido actitudes recelosas, controladoras o chantajistas que después reproduciremos en nuestras relaciones con el resto de las personas. Si nuestras madres eran temerosas e inseguras, es probable que tengamos una baja autoestima y que no nos atrevamos a correr riesgos. En esos casos, debemos sanarnos. Y para hacerlo tenemos que ser capaces de comprender cuánto de esos comportamientos y creencias que nos limitan provienen de la relación que mantuvimos con nuestras madres.

¿Cómo crecer como persona a partir de la herencia materna?

1. Descubre cuánto de ti, pertenece a tu madre. La mejor manera para descubrir las creencias, estereotipos o valores que te ha inculcado tu madre consiste precisamente en bajar la guardia y dejar de pensar en ello, aunque parezca un contrasentido. En algún momento te sorprenderás diciendo frases que no son tuyas, sino que pertenecen a tu infancia o adolescencia. Profundiza en su mensaje de fondo porque es probable que muchas de esas ideas te las haya transmitido tu madre y ahora las estás repitiendo, dejando que determinen tus decisiones.

2. Valora si esas ideas te ayudan. Es probable que algunas de esas ideas te reafirmen como persona en los momentos más difíciles. Por ejemplo, ante un problema, puedes repetirte una frase que tu madre te dijo mil veces cuando pequeña, como por ejemplo: “no te preocupes, después de la tormenta siempre sale el sol”. En esos casos, esas frases te ayudarán a enfrentar las dificultades. Sin embargo, si esas ideas te conducen a menospreciarte, te limitan o te desmotivan, es hora de que asumas que no son tuyas: son opiniones sembradas en tu mente por otra persona.

3. Sana las heridas emocionales. Una idea desadaptativa que te limita casi siempre se alimenta de un conflicto que no has resuelto. Por eso, es importante que detectes esas partes de la relación con tu madre que no aceptas y que requieren un proceso de curación. Arrastrar esos problemas, fingiendo que no existen, no te permitirá crecer. Afronta los conflictos, perdona y pasa página. En ocasiones todo lo que necesitamos es hacer las paces con las rarezas y dificultades con las que nos tocó vivir. Es probable que haya sido difícil y que aún arrastres las consecuencias, pero esos problemas también te han convertido en la persona que eres hoy, así que intenta comprender cómo te han permitido crecer.

4. Elige quedarte con lo positivo. Es probable que en la relación con tu madre también hayas pasado por alto muchos aspectos positivos. De hecho, es usual que a medida que maduramos vayamos valorando en su justa medida los sacrificios que han hecho por nosotros y los cuidados que nos prodigaron. Todas las relaciones atraviesan por periodos difíciles, siempre hay discusiones y desencuentros. Después de todo, sois dos personas distintas. Sin embargo, no dejes que esos problemas rompan un lazo único. Céntrate en todas las cosas positivas de vuestro vínculo. Recuerda que todos tenemos luces y sombras, pero podemos decidir si queremos centrarnos en los errores o apreciar los aciertos.

Recuerda que el mejor homenaje que puedes hacerle a una madre es reconocer cómo te ha ayudado a crecer y a convertirte en la persona que eres hoy.

Fuente:
Luby, J. L. et. Al. (2012) Maternal support in early childhood predicts larger hippocampal volumes at school age. Journal of Proceedings of the National Academy of Sciences; 109(8): 2854–2859. 


Lo que no ves con tus ojos, no lo inventes con tu boca


Hay personas que cometen el error de inventar con la boca, lo que no han visto con sus ojos. Es decir, difunden rumores de los que no están seguros, y que en muchos casos terminan generando un estado de confusión y malestar. De hecho, algunos chismes pueden causar malos entendidos, destruir vidas, separar parejas y amigos, así como provocar peleas, odio, rencor y resentimiento.

Aún así, hay quienes se recrean diseminando rumores y chismes, conscientes o no del mal que pueden causar. Estas personas toman pequeñas pistas del medio y las tergiversan, llegando a conclusiones erróneas que comparten con todos aquellos que estén dispuestos a escucharla. Sin embargo, de esta forma no solo pueden dañar la reputación de los otros sino que, a la larga, su propia imagen se ve afectada ya que con el tiempo irán perdiendo credibilidad. Al final, el chismoso se queda solo.

¿Qué motiva a una persona a inventar rumores sin tener pruebas?

- Mala interpretación. Los rumores suelen ser el fruto de una mala interpretación; es decir, la persona escucha tambores pero no sabe de dónde proviene el sonido. Sin embargo, rellena la información que le falta recurriendo a su imaginación, ata cabos inconexos y llega a conclusiones falsas.

- Demasiados estereotipos. En la base de los rumores también se suelen encontrar las ideas preconcebidas y los estereotipos. De hecho, los estereotipos se convierten en un sesgo, es como llevar anteojeras que nos permiten ver solo una parte de la verdad. Los estereotipos hacen que las personas se formen una idea distorsionada de la realidad, y alientan los rumores.

- Falta de objetividad. Muchas personas no se dan cuenta de que su estado de ánimo, expectativas, estereotipos y, en sentido general, su interpretación del mundo, permean la visión que tienen de la realidad. Por tanto, dejan de buscar pruebas imparciales y objetivas, se limitan a explicar las cosas a través de su forma de sentir, pensar y hacer. Estas personas adaptan el mundo a su imagen y semejanza. Y todo lo que no encaje, lo eliminan.

Cotillear puede ser signo de baja autoestima y necesidad de aceptación

En algunos casos, los rumores o chismes no son simples equívocos en la forma de pensar sino la señal de algo más grave. De hecho, las personas cotillas lo que buscan es llamar la atención de los demás para que estos se interesen por ellos, necesitan imperiosamente ser escuchados, y no les importa si para lograrlo tienen que inventar algo que no es cierto. 

En estos casos hablamos de una distorsión de la conducta que se manifiesta a través de un complejo. El rumor y el chisme son las herramientas que le brindan la oportunidad de convertirse en una persona importante.

Por tanto, el chisme puede ser motivo de preocupación cuando se convierte en un hábito, cuando es una forma de vida y la persona lo utiliza para introducirse en los grupos porque no es capaz de utilizar otras herramientas. En estos casos, es necesario solicitar la ayuda de un psicólogo ya que, a la larga, esa persona no es feliz sino que vive por y a través de los demás, dejando que se le escape su propia vida.

¿Por qué los chismes se difunden tan rápido?

Todos los rumores no se difunden con la misma rapidez. Afortunadamente, algunos nacen y mueren rápidamente. El hecho de que un rumor se difunda depende de su importancia y del grado de ambigüedad. 

Para que una información inexacta o incierta corra es necesario que satisfaga la curiosidad de muchas personas y que, de cierta forma, les sirva para ratificar su visión del mundo y de los demás. Por tanto, los rumores deben ajustarse a la visión de las personas que lo difunden.

Por eso, cuando contribuimos a difundir un chisme, no nos limitamos a repetir algo que hemos escuchado sino que ese acto dice mucho de nosotros, desvela que, en el fondo, creemos en alguna medida en ese rumor o lo utilizamos para demostrar algunas de nuestras creencias.

Por ejemplo, si pensamos que la juventud es perezosa y vemos a un joven sentado durante mucho tiempo en un banco del parque, es probable que asumamos que es alguien perezoso y se lo comentemos a la persona que está a nuestro lado. Aunque ese joven quizá solo está esperando a alguien o está descansando después de una dura jornada de trabajo.

De la misma manera, si pensamos que nuestra vecina es una casquivana y le vemos conversando con un hombre, quizá un poco más cerca de lo habitual, es probable que presumamos que mantienen una relación, aunque podría no ser así.

Antes de hablar, pasa la información por estos 3 filtros

Para evitar convertirnos en un eslabón más de una larga cadena de rumor, o incluso ser la persona que le dé origen, es conveniente que antes de hablar aprendamos a pasar la información por 3 filtros, tal y como enseña este fantástico relato de Sócrates.

En una ocasión, un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y le dijo:

– ¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…

Sócrates lo interrumpió diciendo:

- ¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?

- ¿Los Tres Filtros…?

- Sí – replicó Sócrates. -El primer filtro es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?

- No… lo oí decir a unos vecinos…

-Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?

- No, en realidad no… al contrario…

-¡Ah! – le interrumpió Sócrates.- Entonces vamos al último Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?

– Para ser sincero, no…. Necesario no es.

      -  Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…



Fuente: www.rinconpsicologia.com