jueves, 12 de marzo de 2015

LA NUTRICION EMOCIONAL DE LA CELULA

LA CÉLULA EMOCIONAL
Dra. Luisa Villanueva


BUDA: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado”

    Todas nuestras células viven inmersas en el líquido intercelular. Son como peces nadando en un mar, y organizadas en bancos formando tejidos. A este líquido llegan continuamente distintos tipos de nutrientes: oxígeno, minerales, vitaminas, glucosa, etc., que la nutren. 

    Pero además, a la célula llegan estímulos de distintos tipos, según lo que estamos viviendo, que provocan respuestas diferentes en ella. Utilizará las materias primas (glucosa, vitaminas, etc.) para dar esa respuesta.

    Vamos a ver desde dónde llegan y cómo se comportan esos estímulos.

A NIVEL CEREBRAL

    Nuestros cinco sentidos reciben estímulos de nuestras experiencias, y los envían al cerebro para ser procesados. Lo que vemos, olemos, oímos, saboreamos, tocamos o sentimos, pasan a ser datos sincronizados que se reciben en el cerebro por cinco rutas a la vez.

    Una vez llegan esos datos al cerebro, las neuronas se activan y se reorganizan, y se produce la liberación de neurotransmisores en el espacio sináptico. La nueva experiencia vivida se traduce en una nueva red neuronal.

    Como consecuencia de la activación de esa red neuronal, se produce la liberación a sangre de distintas sustancias químicas, que a su vez provocan en el cuerpo sensaciones diversas, sentimientos y emociones.
    El resultado final de cada experiencia, es un sentimiento o una emoción. Podemos recordar mejor las experiencias porque van asociadas a una emoción, y esto provoca que se graben con más fuerza. Es por esta razón por la que cualquiera de nosotros puede recordar dónde estaba cuando se enteró de los atentados del 11 M en Nueva York. Recordamos muchos detalles, porque recordamos cómo nos SENTIMOS. Y al recordarlo, recordamos la experiencia, y sentimos lo mismo que en aquél momento. Hemos activado los circuitos neuronales asociados a esa experiencia,  estos circuitos provocan la liberación de las mismas sustancias químicas en el cerebro,  y estas sustancias generan una respuesta en el cuerpo. La misma sensación corporal  asociada a la experiencia original.

Circuitos neuronales: nuestro cerebro tiene un sistema de ahorro de energía, que hace que aquellas conexiones que se producen juntas de forma repetida, con el tiempo se estructuren juntas. Una conexión que se repite hace que la distancia entre las terminaciones nerviosas disminuya, hasta que casi son una sola. Las sucesivas repeticiones refuerzan la unión, hasta que el circuito se hace automático. En ese momento, ya no requiere esfuerzo mental. De este modo aprendemos, por ejemplo, a conducir. Los movimientos se automatizan, hasta que podemos incluso pensar en otra cosa.

    El problema es que esto funciona también para los pensamientos, e incluso para los pensamientos negativos. Por ejemplo, si una persona tiene tendencia a sentirse una víctima, y alimenta esos circuitos neuronales día tras día durante años, se convertirán en automáticos. Cualquier estímulo externo, desencadenará la misma secuencia y combinación de pensamientos, que le llevarán una y otra vez al mismo punto en el que se siente una víctima. La repetición crea conexiones más fuertes, que facilitan ramas neuronales más gruesas.

    Los pensamientos habituales provocan la activación de esos mismos pensamientos más a menudo.

    Los psicólogos calculan que una persona tiene de promedio unos 60.000 pensamientos al día. De ellos, el 95% son los mismos que tuvo el día anterior.

A NIVEL CELULAR: La química de la adicción emocional

    Debemos recordar que cada vez que tenemos un pensamiento en nuestro cerebro, producimos sustancias químicas, y éstas provocan sensaciones, sentimientos y reacciones en el cuerpo.

    Nuestro organismo se acostumbra al poco tiempo a un nivel determinado de sustancias químicas circulantes en sangre. Y ése será el que considere su nivel de equilibrio, lo que llamamos homeostasis. No importa si el nivel es poco saludable, si la sustancia es glucosa, adrenalina o heroína, si el equilibrio es un estado de ansiedad o tristeza. Una vez que se mantiene el tiempo suficiente, pasa a ser el nivel de equilibrio. Cuando esto ocurre, el cuerpo hará cualquier cosa para recuperar y mantener ese nivel químico de sustancias. Esto funciona así para todas las sustancias químicas que maneja nuestro cuerpo.

    Nuestro organismo maneja tres sustancias químicas de comunicación: neurotransmisores, péptidos y hormonas.

    Los neurotransmisores son los que producen la activación en el espacio sináptico de las redes neuronales.

    Hasta hace poco, pensábamos que eran el principal medio de comunicación químico entre las células. Pero en los últimos años, y gracias sobre todo a los trabajos de investigación de la Dra. Candace Pert, se ha visto que existen otras moléculas más pequeñas y específicas, los péptidos, que se relacionan directamente con las emociones. A cada emoción, le correspondería un péptido específico.  Son las llamadas por la Dra. Pert moléculas de la emoción.

    Y lo que es más importante, existen receptores para péptidos emocionales, no sólo en el cerebro, sino en TODAS LAS CÉLULAS DEL CUERPO.

    El concepto, entonces, de que nuestros pensamientos y nuestras emociones, desencadenan efectos que se limitan a la esfera mental, queda totalmente obsoleto. Las emociones, por  vía química, a través de estos péptidos, son capaces de producir efectos en cualquier célula y tejido de nuestro cuerpo. Modifican la respuesta celular, estimulando o suprimiendo su funcionamiento, y la expresión de las proteínas que fabrica. Mejorando o empeorando el funcionamiento de células, tejidos y órganos. Ayudando a la reparación, o contribuyendo a la enfermedad.

    Estos péptidos son el eslabón perdido de la fisiología. Lo que faltaba para explicar la conexión cuerpo-mente. Lo que la Medicina hindú tiene en cuenta desde hace miles de años, en Occidente no tenía base científica. Pero ahora, por fin sabemos cuál es la vía por la que nuestras emociones influyen en nuestro cuerpo.

Las moléculas de la emoción: 

    Así, tendríamos péptidos específicos para emociones específicas, producidos en el hipotálamo. Se han identificado varias reacciones básicas: ira, tristeza, miedo, alegría, sorpresa, desprecio y aversión. Con péptidos específicos que se liberan con cada una de ellas.

    Por supuesto, el ser humano es capaz de registrar muchas más emociones, y una infinidad de matices. Estas emociones secundarias, serían creadas a partir de las primarias. Algo parecido a mezclar pinturas, o ingredientes. Ejemplos de emociones secundarias serían: vergüenza, celos, orgullo, envidia, culpabilidad, compasión, etc.

    Hemos visto que nuestros recuerdos tienen una emoción asociada. Cuando evocamos un recuerdo, se liberan los péptidos correspondientes a la emoción asociada, que rara vez es una emoción básica. Normalmente estará asociada a otra u otras emociones, y matizada por otros recuerdos, nuestros y de nuestros antepasados, guardados en nuestro ADN.

    Cuando el estímulo llega al hipotálamo, éste fabrica la receta química correspondiente, aderezada con matices personales y de situación. Una receta personal, en ocasiones bastante compleja.
    Este cóctel químico se liberará a la sangre, e inundará el espacio en el que viven y crecen las células, uniéndose a sus receptores de membrana, y desencadenando distintas funciones en los distintos tejidos. De la misma manera que la liberación de adrenalina y cortisol en momentos de estrés, desencadena distintos efectos a nivel corporal.

    Pero hay una gran diferencia entre la reacción básica de estrés y lo que estamos viendo.

    En la reacción básica, ante un riesgo vital,se produce la liberación de  gran cantidad de adrenalina.Como consecuencia,  el sistema simpático se dispara: el corazón acelera el ritmo y la potencia de los latidos, los pulmones aumentan el ritmo de la respiración, oxigenando más la sangre;las reservas inmediatas  de glucosa se liberan, para llevar más cantidad a las células,los músculos se tensan y se preparan para la carrera…

Todo con ingredientes básicos, adrenalina y cortisol sobre todo.
Sería como coger harina,  levadura, agua, meterlo al horno y sacar un pan.

Pero cuando hablamos de las emociones humanas, hablamos de un cóctel químico. Distintos péptidos de diferentes emociones, en proporciones muy diversas, aderezados de diferentes formas.
Esto se parecería mucho más a una receta de Ferrán Adriá: Arte químico.

Con otro matiz más.Y es que se puede  generar no sólo por una situación,sino por un pensamiento, que podemos ELEGIR.

Podemos escoger en la carta y generar el cóctel químico que elijamos. O podemos dejar que sea automático.

Los receptores en la membrana celular:

    Cuando los péptidos llegan a la célula se unen a los receptores que existen para ellos en la membrana celular. Cada péptido tiene su receptor específico, que encaja como una llave en una cerradura. Y cada célula tiene un número determinado de receptores para cada péptido.

Este número de receptores es muy variable según las personas, y según el momento. De tal forma que si mantenemos un nivel alto de péptidos de la ira,por ejemplo, en sangre, la célula fabricará un mayor número de receptores para ese péptido,para atender la demanda

Y si esto se mantiene en el tiempo, cuando la célula se divida, dará lugar por mitosis a otras dos células hijas,con el número de receptores para ira aumentados.Es una regulación natural, que se produce en todas las células.

El problema es que,una vez que el número de receptores para el péptido de la ira ha aumentado, si los niveles de péptido disminuyen,serán las propias células las que pidan una cantidad mayor.

Su homeostasis,su nuevo equilibrio, se encuentra en una zona con un nivel alto de péptidos de la ira. Y si no los hay, su equilibrio químico se altera, y pide su dosis. Este es el mecanismo de cualquier adicción química.Lo mismo ocurriría si la sustancia fuese por ejemplo heroína. Nuestro cuerpo, en este caso, se ha convertido en un adicto a la ira. Poco importa que ese equilibrio esté en una zona de enfermedad, o que la sustancia sea un tóxico, es un equilibrio. Si ha transcurrido un tiempo suficiente, es la zona de confort, la zona conocida.

En ese momento, cuando el cuerpo pide su dosis de péptido, su dosis de emoción, toma el control de nuestros pensamientos. Nuestro cuerpo empieza a pensar por nosotros, generando  pensamientos, estimulando recuerdos,incluso provocando situaciones que de nuevo nos hagan experimentar ira, y le devuelvan su equilibrio homeostático, su equilibrio químico.

¿Cuál es la consecuencia de la estimulación del receptor de la membrana celular? 

Cuando un péptido entra en la célula a través de su receptor específico, desencadena  una activación del ADN celular, y como consecuencia,la fabricación de una proteína.
Dependiendo del tejido al que pertenezca esa célula, esta proteína será de diferentes tipos.
  • Células suprarrenales:secreción de hormonas, como el cortisol y adrenalina: reacción de estrés.
  • Células epiteliales: producción de elastina y colágeno.
  • Células musculares:producción de actina y miosina.
  • Células digestivas: proteínas enzimáticas (jugos gástricos)
  • Células en las articulaciones: líquido sinovial …

La célula es, sobre todo, una fábrica de proteínas .Y por esta vía las emociones pueden desencadenar problemas en cualquier parte de nuestro cuerpo.

Por ejemplo, una emoción que provoque una mayor respuesta en el área del estómago, puede producir aumento de secreción de ácido clorhídrico. Con el tiempo, este exceso de acidez provocará una gastritis, una úlcera duodenal o  un cáncer gástrico.

Una emoción que genere una respuesta de alerta defensiva, provocará una mayor tensión muscular, que se traducirá en acortamiento de las fibras musculares y dolor.

    En el caso de las células del sistema inmunitario, en las que, por supuesto, hay receptores para los péptidos emocionales, podemos ver los efectos de forma especialmente eficaz, porque podemos medir su número en sangre. Los médicos hemos visto en consulta con frecuencia que los pacientes depresivos enferman con más facilidad. Y siempre se había relacionado con el estado de ánimo, de forma poco concreta. Pero ahora podemos medir las células inmunitarias en sangre. Y se ha encontrado, que el número de linfocitos disminuye en los casos de depresión, y aumenta cuando la depresión desaparece. La emoción está influyendo sobre la formación de células. Pero esto va mucho más allá: en un experimento, se realizó una extracción de sangre antes y después del visionado de imágenes de guerra, muerte, y dolor a un grupo, e imágenes estimulantes y positivas a otro. En las muestras se vio una disminución del recuento de linfocitos en sangre en el primer grupo, y un aumento en el segundo. ¡En sólo un par de horas!  El cambio se produce de forma inmediata.

Ciertas emociones,que podemos considerar negativas, desencadenan respuestas en los tejidos que llevan a la enfermedad, y la vejez. Incluso a la fabricación de proteínas de peor calidad con el tiempo.La expresión del ADN degenera, como si hiciésemos fotocopia de fotocopia, sucesivamente. 

En cambio las emociones positivas, como la gratitud,el amor, la ilusión, la alegría desencadenan respuestas positivas en los tejidos, que funcionan mejor y con menos esfuerzo. Y la variedad en las experiencias, en los pensamientos y en las emociones, mejora la lectura del ADN, y la expresión de las proteínas, que serán de mejor calidad.

La nutrición y oxigenación celular mejoran, y el cuerpo tiende a su funcionamiento óptimo.

    Para la célula, es sólo un estímulo. Y la célula necesita ser estimulada para empezar a leer el ADN, y empezar a fabricar proteínas. No le importa que el estímulo sea negativo o positivo, es un estímulo. Igual que un niño, al que le basta provocar una atención negativa, una riña a un mal comportamiento, con tal de que le presten atención. A falta de una atención de calidad, le basta una regañina. Pero lo que no puede soportar es la falta de atención. La célula hace lo mismo, a falta de un estímulo positivo, le basta el que le llegue.

    Somos NOSOTROS los que debemos aprender cuáles son los estímulos beneficiosos para nuestras células, y dárselos. Como a un niño al que debemos educar y cuidar. El niño no tiene por qué saber lo que le conviene, ni lo va a elegir. Debemos saber elegir nosotros, y enseñarle.

De la misma manera que podemos permitir la respuesta automática, también podemos elegir una respuesta diferente.

La fabricación por parte de la célula de uno u otro tipo de proteínas,lleva a esa célula y al tejido que forma, a la salud o a la enfermedad.

¿Y quién da la orden para liberar las sustancias químicas que determinan si se fabrica un tipo u otro de proteína? NOSOTROS. Nuestra actitud y nuestros pensamientos, sean  elegidos o automáticos, conscientes o inconscientes.

Tenemos la capacidad de elegir a qué emociones, a qué sustancias químicas queremos ser adictos. A las que nos enfermen y envejezcan o a las que nos rejuvenezcan. Y hacer que sea automático.

Podemos localizar nuestros pensamientos negativos, y hacer tapping sobre ellos para desactivarlos.Al insistir en ello, haremos que las redes neuronales que habían formado ya estructura, al ser activadas repetidamente, vuelvan a ser conexiones normales,capaces de activarse e inactivarse.

Y reforzaremos nuevas redes neuronales, con el estímulo positivo.
A nivel químico,podemos cambiarla homeostasis de nuestras células, de niveles de péptidos negativos altos, a niveles de péptidos positivos altos. Para que sean las mismas células las que pidan sentirse bien y generen pensamientos y emociones positivas.

Nuestra estructura física nos da esa posibilidad. La decisión de aprovecharla, es nuestra.

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