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sábado, 23 de mayo de 2015

El Poder del Espejo en las Relaciones




¿Por qué hay tanto rechazo hacia algunas personas y tanta atracción hacia otras?
Puedes aceptar que esas características que te atraen de esa persona son tuyas, pero
 ¿Por qué es tan difícil aceptar que posees en tu interior aquellas que detestas?

A medida que puedas reconocer que esos ‘defectos’ del otro están en ti, 
puedes cambiarlo.

Las Relaciones como Espejo, por Deepak Chopra

Todos somos extensiones del campo universal de energía, distintos puntos de vista de una única entidad. Esto implica ver todas las cosas del mundo, a todas las personas del mundo, y darnos cuenta de que estamos mirando otra versión de nosotros mismos. Tú y yo somos lo mismo. Todo es lo mismo.

Todos somos espejos de los demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas. A esto se llama espejo de las relaciones. A través del espejo de una relación, descubro mi yo no circunscrito. Por esta razón, el desarrollo de las relaciones es la actividad más importante de mi vida. Todo lo que veo a mi alrededor es una expresión de mí mismo.

Las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya meta última es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente parte de la misma conciencia universal, pero los verdaderos avances tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra vida cotidiana.

Las relaciones son una de las maneras más efectivas para alcanzar la unidad en la conciencia, porque siempre estamos envueltos en relaciones. Piensa en la red de relaciones que mantienes: padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, relaciones amorosas. Todas son, en esencia, experiencias espirituales. Cuando estás enamorado, romántica y profundamente enamorado, tienes una sensación de intemporalidad. En ese momento, estás en paz con la incertidumbre. Te sientes de maravilla, pero vulnerable; sientes cercanía pero también desprotección. Estás transformándote, cambiando, pero sin miedo. Te sientes maravillado. Ésa es una experiencia espiritual.

A través del espejo de las relaciones, de cada una de ellas, descubrimos estados prolongados de conciencia.

Tanto aquellos a quienes amamos como aquellos por quienes sentimos rechazo, son espejos de nosotros. ¿Hacia quiénes nos sentimos atraídos? Hacia las personas que tienen características similares a las nuestras, pero eso no es todo. Queremos estar en su compañía porque sub-conscientemente sentimos que al hacerlo, nosotros podemos manifestar más de esas características. Del mismo modo, sentimos rechazo hacia las personas que nos reflejan las características que negamos en nosotros. Si sientes una fuerte reacción negativa hacia alguien, puedes estar seguro de que tú y esa persona tienen características en común, características que no estás dispuesto a aceptar. Si las aceptaras, no te molestarían.

Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se convierte en una herramienta para la evolución de nuestra conciencia. Gracias a esta evolución experimentamos estados extendidos de conciencia. La próxima vez que te sientas atraído por alguien, pregúntate qué te atrajo. ¿Su belleza, gracia, elegancia, autoridad, poder o inteligencia? Cualquier cosa que haya sido, sé consciente de que esa característica también florece en ti. Si prestas atención a esos sentimientos podrás iniciar el proceso de convertirte en ti más plenamente.

Lo mismo se aplica a las personas hacia las que sientes rechazo. Al adoptar más plenamente tu verdadero yo, debes comprender y aceptar tus características menos atractivas. La naturaleza esencial del Universo es la coexistencia de valores opuestos. No puedes ser valeroso si no tienes a un cobarde en tu interior; no puedes ser generoso si no tienes a un tacaño; no puedes ser virtuoso si no tienes la capacidad para actuar con maldad.

Gastamos gran parte de nuestras vidas negando este lado oscuro y terminamos proyectando esas características oscuras en quienes nos rodean. ¿Has conocido personas que atraigan sistemáticamente a su vida a los sujetos equivocados? Normalmente, aquéllas no comprenden por qué les sucede esto una y otra vez, año tras año. No es que atraigan esa oscuridad; es que no están dispuestas a aprobarlas en sus propias vidas.

Un encuentro con una persona que no te agrada es una oportunidad para aceptar la paradoja de la coexistencia de los opuestos; de descubrir una nueva faceta de ti. Es otro paso a favor del desarrollo de tu ser espiritual. Las personas más esclarecidas del mundo aceptan todo su potencial de luz y oscuridad. Cuando estás con alguien que reconoce y aprueba sus rasgos negativos, nunca te sientes juzgado. Esto sólo ocurre cuando las personas ven el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, como características externas.

Cuando estamos dispuestos a aceptar los lados luminosos y oscuros de nuestro ser, podemos empezar a curarnos y a curar nuestras relaciones. Todos somos multidimensionales, omnidimensionales. Todo lo que existe en algún lugar del mundo también existe en nosotros. Cuando aceptamos esos distintos aspectos de nuestro ser, reconocemos nuestra conexión con la conciencia universal y expandimos nuestra conciencia personal.

Las características que distinguimos más claramente en los demás están presentes en nosotros. Cuando seamos capaces de ver en el espejo de las relaciones, podremos empezar a ver nuestro ser completo. Para esto es necesario estar en paz con nuestra ambigüedad, aceptar todos los aspectos de nosotros. Necesitamos reconocer, en un nivel profundo, que tener características negativas no significa que seamos imperfectos. Nadie tiene exclusivamente características positivas. La presencia de características negativas sólo significa que estamos completos; gracias a esa totalidad, podemos acceder más fácilmente a nuestro ser universal, no circunscrito.

Una vez que puedas verte en los demás, será mucho más fácil establecer contacto con ellos y, a través de esa conexión, descubrir la conciencia de la unidad. Éste es el poder del espejo de las relaciones.

Autor: Deepak Chopra

En uno de los talleres del Dr. Deepak Chopra sucedió esto:

Él le decía a su público que todos podemos conseguir lo que deseamos si nos dedicamos a conseguirlo. En ese momento una mujer se levanto y le dijo: Dr. Chopra yo quiero tener una entrevista de tres horas con Ud. ahora.

Él le dijo que eso no iba a ser posible porque en ese momento estaba dando un Seminario que terminaría seis horas mas tarde. La señora insistió varias veces y frente a su negativa la señora le dijo: “Lo que realmente pretendo es corroborar que lo que Ud. dijo no es cierto y que uno no consigue siempre lo que desea. La mujer lo saludó y se fue”.

Esta situación le molestó a Chopra y lo dejó preguntándose qué aprendizaje tenía para él lo ocurrido.

Es sabido que atraemos energéticamente a personas con características similares a las nuestras. Por lo tanto en el break puso en palabras sobre un papel su parecer de esa mujer. Así fue que hizo una lista de calificativos que le adjudicaba a ella (arrogante, vehemente, impetuosa, etc.).

Al terminar el seminario le mostró a su secretaria el listado y le pregunto si él tenia algunos de esos rasgos. Su secretaria hizo silencio.

Cuando a la noche regresó a su casa y le hizo la misma pregunta a su esposa Rita, el silencio fue aún mayor.

El Dr. Chopra nos dijo que pasado un tiempo de este acontecimiento, pudo recordar a la señora con mucho agradecimiento ya que, dado ese incidente, él pudo ver rasgos personales sobre los que necesitaba seguir trabajando.

¿Te habías dado cuenta que lo que más te molesta del otro, es un reflejo viviente de características tuyas en las que necesitas evolucionar?

Lo más probable es que te cueste reconocerlo. Es por eso que atraemos gente que nos lo muestra y si bien la primera reacción es de enojo o de molestia con el otro, lo que más nos convendría es hacer el ejercicio que hizo Chopra: anotar todo lo que nos molesta del otro, las características y las cualidades y después tratar de encontrarlas en nuestros propios comportamientos.


miércoles, 20 de mayo de 2015

UNA EXPLICACION SENCILLA DE LO INEXPLICABLE


El otro día vino un joven consultante y me dijo:
- Quiero entender quién soy. Quiero saber que es la iluminación.

Así que decidí escribirle este artículo. Como un resumen que, de entrada, sé que es fallido.

Todos hemos oído hablar alguna vez de “la iluminación”. Aunque es algo muy conocido, es muy mal conocido, muy poquitos son capaces de entender de qué se trata. Y son muchos menos los que viven permanentemente en ese estado.

Ese estado tan elevado lleva a las personas que lo disfrutan a vivir una vida increíblemente mucho más plena, más verdadera y mejor que el resto de los humanos. Todas las religiones comenzaron con una experiencia así. Cristo, Buda u otros grandes maestros de la humanidad, se iluminaron – o nacieron iluminados- y empezaron a contar a su gente lo que habían descubierto.

Algunos de los caminos que buscan ese estado de iluminación son el Yoga, el Zen, el Cristianismo, el Sufismo,  el Tantra o el Vedanta. Es lo que se ha dado en llamar “el conocimiento supremo”, la “filosofía perenne”. La Filosofía Perenne es esa visión del mundo que comparten la mayor parte de los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores e incluso científicos del mundo entero. Se la denomina “perenne” o “universal” porque aparece implícitamente en todas las culturas del planeta y en todas las épocas. Lo mismo lo encontramos en India, México, China, Japón y Mesopotamia, que en Egipto, el Tíbet, Alemania o Grecia. Y donde quiera que la hallamos presenta siempre los mismos rasgos fundamentales: es un acuerdo universal en lo esencial, en cuál es la relación que existe entre el “yo”, el “mundo” y “Dios”.


Desde diferentes puntos de vista, todas estas prácticas y enseñanzas buscan el alcanzar el mismo estado supremo, al que se le ha dado muchos nombres. Algunos de esos caminos evolucionaron con el paso de los siglos por su cuenta, y muchas veces, se han transmitido mal y parece, a veces, que queda muy poco de la enseñanza original de lo que es “la iluminación”.

Dentro de esas tradiciones ha habido muchas personas, hombres y mujeres, que alcanzaron ese estado. Para alcanzar la iluminación no hace falta ser alguien especial. Todos podemos alcanzarla porque es nuestra identidad real. Es lo que somos, no se puede salir del estado iluminativo. Es como dice el zen “la puerta sin puerta”. Es como si fuéramos todos pájaros que se nos ha olvidado volar. Todos tenemos las alas para volar, pero ya se nos ha olvidado cómo se hacía. Es como estar soñando y no saberlo. Despertarse es darse cuenta del sueño.

Algunos antropólogos consideran que en un momento de la historia de la humanidad hubo “una caída”, una salida del estado de fusión con la naturaleza, un nacimiento del ego, una “invasión de una entidad foránea”, una separación del paraíso, el nacimiento de la dualidad, de la expulsión del edén. Con el nacimiento de la libertad individual, vino el sufrimiento del ego: saber que nos vamos a morir, sentir que estamos separados de la realidad, sentir que siempre nos falta algo, como una claustrofobia de fondo y tenemos que buscar la felicidad en los objetos, el horror de pensar que el mundo es allí fuera y nosotros aquí dentro.

La iluminación no es una cosa antigua ni olvidada. Hace no muchos años se han conocido grandes personas que han alcanzado ese estado y han sabido contarnos cómo es. Algunos de los más conocidos de hace poco han estado por ejemplo en la India hace menos de 50 años. Otros aún están vivos por el planeta. No todos tienen que ser conocidos, puede haber alcanzado la realidad de si mismo cualquier persona, un viejo pastor de Mongolia, una viudita de Colombia, un niño esquimal de Groenlandia. Esto es para todos.

¿A qué se refieren cuando hablamos de estar “iluminados”? Todas las cosas pueden ser explicadas de mil maneras, por eso se dice que “hay mil caminos pero una sola verdad”. Para intentar explicarlo de la manera más sencilla, podemos decir que esta gente se ha dado cuenta de quiénes son de verdad. ¿Cómo? ¡Todos sabemos quiénes somos!, podemos decir. Los grandes maestros nos piden que indaguemos sobre nosotros mismos, que nos intentemos dar cuenta de a quién me refiero exactamente cuando digo “yo”.

Pues bien, si miramos con mucho interés, de verdad, dónde está el “yo”, nos damos cuenta de que no es tan sencillo.

Creemos que somos el cuerpo o la mente o las dos cosas a la vez, pero eso, que parece una cosa evidente, no lo es tanto. El cuerpo no somos nosotros, porque va cambiando todo el tiempo, y el bebé que fuimos no se parece en nada al cuerpo que ahora tenemos ni se parece al que tendremos dentro de unos años. De hecho, todas las células han cambiado. Casi todos los procesos del cuerpo funcionan de manera espontánea, sin que nosotros intervengamos…

Pues entonces es que somos la mente, el pensamiento. Pero eso no es así, porque el pensamiento no lo podemos controlar, y también cambia continuamente. Y hay ratos en los que no pensamos y seguimos siendo nosotros.

Entonces… ¡Somos lo que nos ha pasado, nuestra historia personal! Pues tampoco, porque si perdemos la memoria, nosotros seguimos siendo nosotros. Además, la memoria va cambiando y ni siquiera se sabe exactamente dónde está ubicada. Incluso sin memoria, la esencia de quien somos sigue estando ahí.

Y si seguimos mirando con mucho interés nos damos cuenta de que no somos las emociones, porque ni ellas ni los deseos los podemos decidir, vienen de serie. Los deseos son como instintos naturales, necesitamos conservarnos, relacionarnos, superarnos. Las emociones son como una guía que nos dicen si vamos bien o vamos mal. Si estamos alineados con los valores positivos, nos sentimos bien. Si somos deshonestos, malos, cobardes, envidiosos o egoístas, nos sentimos mal. Las emociones son la brújula que nos llevan por el buen camino. Si aceptamos la vida, estamos en paz. Si luchamos contra ella, estamos en angustia. Si creemos que hemos fracasado, vivimos en depresión. Si creemos que vamos a fracasar, vivimos con ansiedad. Todo es un delirio del “yo”. De eso que no podemos encontrar.

Somos mucho más de lo que creemos que somos. Podemos decir cosas tipo “todos somos uno”, “somos Dios”, “somos todo”, “somos nada”. A la iluminación se le ha llamado “el fin del miedo”, “la dicha perpetua”, “el nirvana”, “el reino de los cielos”, “el conocimiento más elevado”, la “unidad total”…

Todas esas explicaciones y nombres son verdad, aunque parezcan contradictorias. El problema es que no podemos usar el lenguaje (que se basa en la comparación y la nominación) para explicar algo que es “todo”. Con las partes no podemos explicar el todo, aunque podemos intentarlo.

Las principales enseñanzas comunes a todas las tradiciones serían algo así como…
  1. el Espíritu, la Inteligencia, la Divinidad, el Infinito potencial (cuántico) existe.
  2. Ese Espíritu está dentro de nosotros.
  3. A pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída, ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno.
  4. Hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un camino o varios caminos que conducen a la liberación. Esa liberación es la verdad, es lo que en realidad somos. Es ir hacia nosotros mismos.
  5. Si seguimos ese camino hasta el final llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema.
  6. Esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento y es el surgimiento del Amor, de la Verdad, de la Belleza, del Orden y conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

Como decía la vieja inscripción del oráculo de Delfos:

“Te advierto, quien quieras que fueres,
¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, 
que si no hallas dentro de ti mismo
aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, 
¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros
¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo
y conocerás el universo y a los Dioses.”

ORÁCULO DE DELFOS

La cosa es que “la iluminación” es algo que todos podemos saber, sentir o percibir o experimentar porque es lo que somos todos. Es algo tan sencillo y tan cercano que no es fácil de ver. Cómo dice el famoso ejemplo del pez: “le va a costar comprender qué es el agua de tan sumergido que está en ella”.

Es un estado de no-separación, de no-dualidad, de no-diferencia. Es la experiencia en que el veedor y lo visto, el que escucha y lo escuchado, el que toca y lo tocado, el que huele y lo olido, el que sabe y lo sabido, el que piensa y lo pensado es el mismo. En esa experiencia, el yo se desvanece en la experiencia. El que mira y lo visto es la misma cosa. Es un estado de alta energía y total relajación.

Ese estado, esa transformación, puede ser de mil maneras: repentina o gradual, temporal o duradera, inducida de modo externo o interno, producida por la gracia o por la intención, invisible o evidente para los demás…

Es el resultado de una búsqueda, pero cuya condición para encontrarlo es abandonar la búsqueda. Es el mundo de las paradojas, de los koan, de las frases imposibles. Es un mundo que va de de lo fragmentado a lo unido, de lo burdo a lo sutil, del sufrimiento a la dicha, de lo finito a lo infinito, de lo separado a la unidad, de la ignorancia al conocimiento, del miedo al amor, de la identidad habitual a la identidad verdadera, del conflicto dentro-fuera a la unidad del pensar-sentir-intuir-percibir en falso al verdadero y coordinado, de las verdades relativas a las absolutas, de la esclavitud a la libertad, de lo oscuro a lo luminoso, del sueño al despertar, de la mortalidad a la inmortalidad, de la transformación a la trascendencia.

Tenemos que tener la mente abierta y no estar llenos de prejuicios para entenderlo. Tenemos que liberarnos de las creencias religiosas, mecanicistas, de los paradigmas típicos y de la sensación de que eso no es para nosotros. Olvidarnos del miedo de las sectas, que no tienen nada que ver con esto, de los falsos gurús y los mercaderes del templo. No hay que dejarse llevar por prejuicios o por no creerlo posible. Desde luego que es una enseñanza posible para todos, que se ha dado en todos los países del mundo y en todas las culturas de la humanidad. Todas las religiones no son más que intentos de explicarlo. Es algo que todos llevamos dentro porque es lo que “somos” y que tenemos que aprender a ver, porque cuando uno descubre realmente de qué se trata, es lo más importante que uno puede conocer en la vida. Cada uno tiene que llegar a una explicación personal, pero que no sea una cosa que se piensa, o que se sabe, sino que haya una certeza, una experiencia real, un sitio donde ya no hay duda.

También al pájaro que salta del nido por primera vez le parece extraño el poder volar, pero luego se da cuenta de que estaba hecho para ello y puede ver el mundo desde el cielo.

Suerte en el vuelo.


In: Nagual