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martes, 11 de julio de 2017

¿Y si el sistema inmunológico controlara nuestra conducta?

Es como si la constante lucha entre patógenos y el sistema inmune tuviera la fuerza para dictar nuestra personalidad.


La unión entre mente y cuerpo no es una idea tan descabellada, principalmente desde que los últimos estudios han demostrado que inclusive el microbioma es capaz de influencia el estado de ánimo –y por tanto, la conducta– o que la mente tiene el poder de producir o curar enfermedades psicosomáticas.

Sin embargo, el mundo científico y médico aún se encuentra renuente a creer, del todo, en este fenómeno que numerosas personas han identificado desde sus propias experiencias. Quizá por esta razón se han dedicado a realizar con mayor frecuencia estudios al respecto. Como lo fue el equipo de investigación de la Universidad de Virginia School of Medicine, en EE.UU., quien encontró que al suprimir una molécula del sistema inmunológico en ratones, cambian tanto la conducta  como la interacción social de los animales. 

¿Es posible que el sistema inmunológico pueda jugar un rol importante en condiciones como el autismo o la esquizofrenia?  Esta fue una pregunta base de los investigadores de este estudio, quienes encontraron una respuesta afirmativa. Bastaría, según ellos, cambiar la manera en que el sistema inmune reacciona ante ciertos patógenos para cambiar la conducta antisocial. 

Jonathan Kipnis, líder de la investigación, explica que aunque suene loco, quizá sólo se necesite “controlar” la molécula  interferón gamma en el sistema inmune para que la personalidad sea “normal”. Es como si la constante lucha entre patógenos y el sistema inmune tuviera la fuerza para dictar nuestra personalidad.

Interferón gamma comienza a activarse cuando el cuerpo entra en contacto con un patógeno, como un virus o una bacteria, provocando una respuesta adaptativa para combatir el germen que está impactando negativamente. Esto se logra gracias a que los vasos meníngeos crean un puente directo entre el cerebro y el sistema linfático –y así con el sistema inmunológico–: “Se pensaba que el cerebro y el sistema inmunológico trabajaban de manera independiente, y que cualquier actividad inmune en el cerebro era un signo de alguna patología. Pero ahora, que se sabe que interactúan cercanamente, podemos creer que algunos rasgos comportamentales puedan evolucionar por la reacción del sistema inmunológico ante los patógenos.”

Esto podría ayudar a comprender los factores biológicos de la depresión, autismo y esquizofrenia: 

La relación entre las personas y los patógenos, sugieren los investigadores, podría afectar el desarrollo de nuestra conducta social, considerando que las interacciones sociales son necesarias para la supervivencia de la especie y necesitamos desarrollar maneras para que nuestro sistema inmunológico nos proteja de enfermedades que acompañan estas interacciones. 

 Para llegar a esta conclusión, los investigadores suprimieron el interferón gama en ratones, moscas, ratas y pez-cebra. En todas las especies hubo evidencia que esta molécula era esencial para la interacción social normal. Encontraron que al bloquear la molécula en los ratones, causaban una sobreactivación cerebral y, en consecuencia, un menor deseo de interactuar con otros. Pero al restaurar la molécula, también regresaba el cerebro a sus actividades sociales regulares, lo cual demostró la inevitable relación entre el sistema inmunológico y la conducta –al menos en ratones–. 


Kipnis concluyó que las moléculas inmunes están realmente definiendo el funcionamiento cerebral; pero quizá, la siguiente pregunta sea el impacto del sistema inmunológico en el desarrollo y funcionamiento del cerebro: “Pienso que los aspectos filosóficos en este trabajo son interesantes, pero también que el sistema inmunológico puede tener implicaciones clínicas.”

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Emociones: ¿qué son? ¿cuántas hay? ¿cómo determinan nuestra conducta?



Las emociones parecen gobernar nuestra vida cotidiana. Tomamos decisiones en función de si estamos contentos, enojados, tristes, aburridos o frustrados. Elegimos nuestras actividades y pasatiempos basándonos principalmente en las emociones que nos sobrevienen en cada momento y nos incitan a realizar una determinada acción.



¿Qué es una emoción?

“Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica, y una respuesta conductual o expresiva”. (Hockenbury y Hockenbury , 2007)

Para entender mejor lo que las emociones son, vamos a centrarnos en los tres elementos clave antes mencionados.

La experiencia subjetiva

Aunque los expertos creen que hay una serie de emociones básicas universales que son experimentadas por personas de todo el mundo independientemente de su origen o de su cultura, los investigadores también creen que la experiencia de la emoción puede ser muy subjetiva. Además, no siempre experimentamos formas “puras” de cada emoción, ni las mismas emociones se manifiestan ante acontecimientos o situaciones de la vida similares.

La respuesta fisiológica

Si alguna vez has sentido un nudo en el estómago, o fuertes palpitaciones en el corazón debido a la ansiedad o el miedo, entonces sabrás que las emociones también pueden causar reacciones fisiológicas importantes. Muchas de las reacciones físicas que se experimentan durante una emoción, como la sudoración de las manos, el ritmo cardíaco acelerado, la respiración rápida, son controlados por el sistema nervioso simpático, una rama del sistema nervioso autónomo que controla las respuestas involuntarias del cuerpo.

Mientras que los primeros estudios sobre la fisiología de las emociones tienden a centrarse en estas respuestas autonómas, la investigación más reciente se ha centrado en el papel del cerebro en las emociones. Los escáners cerebrales han demostrado que la amígdala, parte del sistema límbico, juega un papel importante en la respuesta fisiológica emocional, y en particular en el miedo.

La respuesta conductual

El componente final es tal vez con el estamos más familiarizados, por ser la expresión real de la emoción. Gastamos una cantidad significativa de tiempo en interpretar las expresiones emocionales de las personas que nos rodean. Nuestra capacidad de comprender con precisión estas expresiones está ligada a lo que llamamos inteligencia emocional y estas expresiones juegan un papel importante en nuestro lenguaje corporal en general.

Los investigadores creen que muchas expresiones son universales, como la sonrisa para indicar felicidad o placer, o el ceño fruncido para expresar tristeza o disgusto. Pero las normas culturales también juegan un papel importante en la forma de expresar e interpretar emociones. En Japón, por ejemplo, las personas tienden a ocultar las manifestaciones de miedo o disgusto cuando se encuentran en presencia de una figura de autoridad.

¿Cuántas emociones hay?

En realidad, hay un número de diferentes teorías de la emoción que intentan identificar y clasificar la experiencia emocional humana. En 1972, el psicólogo Paul Eckman sugiere que existen seis emociones básicas que son universales a lo largo de las culturas humanas: miedo, asco, enfado, sorpresa, felicidad y tristeza . En 1999 se amplió esta lista para incluir una serie de emociones básicas como la vergüenza, la excitación, el desprecio, la vergüenza, el orgullo, la satisfacción y la diversión.

Durante la década de 1980, Robert Plutchik introdujo otro sistema de clasificación de la emoción conocida como la “rueda de las emociones”. Este modelo demuestra cómo las diferentes emociones pueden ser combinados o mezclados entre sí, del mismo modo en que un artista mezcla colores primarios para crear otros colores. Plutchik sugiere que hay 8 dimensiones emocionales primarias y contrapuestas: alegría frente a tristeza, ira frente a miedo, confianza frente a disgusto y sorpresa frente a anticipación. Estas emociones, pueden combinarse en una gran variedad de formas. Por ejemplo, la felicidad y la anticipación pueden combinarse para crear el optimismo.

¿Es lo mismo emoción que estado de ánimo?

En el lenguaje cotidiano, utilizamos a menudo los términos “emociones” y “estados de ánimo” de manera intercambiable, pero los expertos hacen distinciones entre los dos. ¿Cómo se diferencian ? Una emoción es normalmente bastante corta, al mismo tiempo que intensa. Las emociones son también propensas a tener una causa definida e identificable. Por ejemplo, después de estar en desacuerdo con un amigo en una conversación, es posible que nos sintamos enojados por un corto período de tiempo.


Por su parte, un estado de ánimo es por lo general mucho más suave que una emoción, pero de mayor duración. En muchos casos, puede ser difícil identificar la causa específica de un estado de ánimo. Por ejemplo, es posible sentirse triste durante varios días sin ninguna razón aparente o identificable.


Extraído de What Are Emotions? By Kendra Cherry, About.com Guide