martes, 24 de julio de 2018

9 tipos de dolor que realmente son causados por problemas emocionales

9 tipos de dolor que realmente son causados por problemas emocionales

La mente y el cuerpo están conectados íntimamente, por lo tanto las emociones pueden producir hormonas y sustancias que alteran las funciones del cuerpo. Cada vez que estés lidiando con algún tipo de problema emocional, puede que este se manifieste como dolor físico. Este tipo de incomodidad es normalmente causada por tipos específicos de disgustos.


Dolor de codo
El dolor de codo se manifiesta con frecuencia como una sensación de rigidez cuando intentas doblar o estirar tus codos. Este tipo de dificultad suele estar ligada al mismo tiempo a una perspectiva mental rígida. Puede que necesites aceptar que no siempre puedes tener control sobre tu vida y tienes que dejar de molestarte por los compromisos.



Dolor de cabeza
Grabar
El dolor de cabeza puede ser generado por estrés. Suele sentirse como una apretada banda alrededor de la frente y puede manifestarse en cualquier momento, unos minutos o varias horas después de empezar a estresarte.




Manos adoloridas
Grabar
¿Sientes adoloridas las manos en cualquier momento sin razón aparente? Puede que esto tenga que ver con no ser capaz de llegarle a los demás. Para evitar el aislamiento, intenta tomar algo de tiempo para conversar con tus colegas o planificar salidas para hacer algo que te guste.



Dolor de cuello
Grabar
El dolor de cuello se genera normalmente por tensar con frecuencia tu cuello por frustración o ansiedad. Puede que las personas con este tipo de dolor tengan problemas con perdonarse a sí mismas o no se sientan seguras. Para disminuir esta sensación de timidez, prueba a recordar que los demás no se enfocan tanto en tus errores como tú lo haces.


Piernas adoloridas

Grabar
Si te duelen tus rodillas cada vez que las doblas, quizá sea una señal de que tu autoconfianza está demasiado alta. Tener un gran ego puede ser tan doloroso como tener un ego pequeño. Prueba a incorporar algo de humildad a tu vida a través de hacer voluntariado y obsesionarte menos con tu posición.


Dolor de hombros
Grabar
El dolor de hombros normalmente es una señal de que alguien está lidiando con algún tipo de carga emocional. Ser abrumado constantemente por las preocupaciones de un problema puede generar dolor de hombros porque las personas con asuntos emocionales tiende a contraer los músculos en sus hombros.



Dolor en la zona baja de la espalda
Grabar
Cuando empiezas a preocuparte por el dinero, quizá notes que la zona baja de tu espalda te empieza a doler. Esto se nota particularmente si pasas mucho tiempo de pie o caminando y tal vez sientas que la parte baja de tu espalda está llena de nudos.



Dolor de caderas
Grabar
Las caderas empiezan a doler y ponerse rígidas cuando pasas demasiado tiempo sentado en lugar de estar en movimiento. Arriésgate y comienza a tomar decisiones a partir de lo que deseas en lugar de hacerlo a partir de tus miedos.







Dolor en la zona superior de la espalda
Grabar
Sin contar con suficiente apoyo emocional, las personas pueden empezar a sentir rigidez y dolor en la zona superior de la espalda. Cuando sientes esto, es una señal de que quizá necesitas llamar a tus amigos o enfocarte un poco más en tu vida amorosa.




Muchas personas no se dan cuenta de que este tipo de dolores puede tener su origen más allá del físico. Si tú o un ser querido están padeciendo algún tipo de estos dolores, asegúrate de considerar cuidadosamente si las emociones tienen algo que ver. 

¡Asegúrate de que tanta gente como sea posible conozca sobre esto!


lunes, 16 de julio de 2018

BIOLOGIA DE LA CREENCIA....


La biología de la creencia: cómo tus pensamientos transforman tu organismo


Si crees que tu destino biológico es inmodificable, que tus genes te determinan o que eres una víctima de tu herencia, has de saber que este viejo dogma del determinismo genético es simplemente erróneo.

La epigenética, una nueva y revolucionaria rama de la ciencia, nos muestra que los genes no controlan nuestra biología, no controlan su expresión y ni siquiera controlan su propia actividad. Las señales ambientales y nuestra percepción de esas señales -lo que pensamos acerca de lo que nos pasa- son los elementos que determinan nuestro comportamiento celular y la forma en que nuestros genes se expresan (un mismo gen o modelo puede expresar miles de variantes).

En un ambiente enfermo, nuestras células enferman. En el momento en que cambiamos de entorno o modificamos la percepción de lo que sucede en nuestro entorno, se recuperan de inmediato y comienzan a crecer, reproducirse y florecer vigorosamente.

“Es una señal del entorno, y no una propiedad emergente del gen en sí mismo, lo que activa la expresión de ese gen” – H. F. Nijhout.

La nueva ciencia de la epigenética
El término epigenética, acuñado por Conrad Hal Waddington y ampliado recientemente por multitud de biólogos celulares (entre los que destaca el famoso Bruce Lipton), se refiere al estudio de las interacciones entre los genes y ambiente.

La epigenética nos muestra que el ADN no determina el comportamiento celular. Son las proteínas quienes, en función de las señales ambientales y nuestra percepción e interpretación de las mismas, gobiernan las funciones de la célula. Como si de directores de orquesta se tratara, el movimiento de las proteínas administra el movimiento celular que rige nuestras funciones orgánicas.

Nuestra biología se adapta a la información ambiental que penetra por nuestros sentidos y a la interpretación que nuestra mente hace de esa información, es decir, lo que pensamos acerca de lo que nos pasa. En un ambiente tóxico, las células enferman y mueren. No están orgánicamente enfermas ni determinadas por el ADN, sino que enferman como respuesta a un entorno insano o una percepción insana del entorno.

Cuando nuestras células no funcionan correctamente, nuestro cuerpo manifiesta síntomas. Los síntomas son indicadores biológicos de que algo no anda bien con el comportamiento celular. No son el problema, sino que simplemente nos avisan del verdadero problema: la presencia de señales de amenaza (bioquímicos tóxicos o contenidos mentales tóxicos) que provocan una detención de nuestras funciones de crecimiento psicobiológico.

“La mente le dice a nuestra biología lo que está pasando en el mundo y lo que debemos hacer para ajustarnos a esos eventos.”

La biología de la creencia y el poder de la intención
El sistema nervioso es el mediador entre las señales ambientales y el comportamiento celular. Podríamos decir que es el árbitro que decide qué mecanismos biológicos activar o desactivar. Conforme a su decisión, el organismo libera los bioquímicos apropiados, que se comunican con las proteínas y les indican cómo orquestar el movimiento celular, las funciones de la vida.

Este árbitro solo puede tomar dos decisiones: protección o crecimiento. Ambos modos de nuestro sistema nervioso, simpático y parasimpático, no pueden operar al mismo tiempo. Estamos en protección o estamos en crecimiento.

El árbitro decide, pero no interpreta. ¿Quién interpreta? La interpretación de las señales ambientales es trabajo de la mente. Nuestras creencias, alojadas en nuestra mente inconsciente, modifican nuestra percepción. La forma en que percibimos lo que nos sucede, nuestra interpretación subjetiva y nuestros pensamientos, le sirven al árbitro para decidir si debe activar el mecanismo de protección o el mecanismo de crecimiento.

Cuando pensamos que el entorno contiene amenazas (cuando nos hallamos bajo estrés, miedo, ansiedad o depresión) activamos el modo de protección, el sistema nervioso simpático. Todas nuestras funciones de crecimiento orgánico se detienen al instante, y también se detienen todos nuestros procesos cognitivos superiores. Las hormonas del estrés y los agentes inflamatorios -tales como el cortisol, la epinefrina, las citoquinas o la histamina- invaden nuestro sistema, detienen el crecimiento biológico y debilitan el sistema inmune. Mantenernos en este modo de lucha o huida por períodos demasiado dilatados es realmente peligroso. Para conservar nuestra salud necesitamos reemplazar cientos de miles de millones de células diariamente. Si estamos constantemente en protección, esto no sucederá. El resultado: desequilibrio y enfermedad.

Cuando nos sentimos seguros, nuestro sistema nervioso activa el modo de crecimiento, también llamado Respuesta de Relajación o sistema nervioso parasimpático. La sangre comienza a fluir abundantemente en el torso y la cabeza, donde se encuentran nuestros órganos y todas nuestras funciones de crecimiento. Liberamos bioquímicos como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina y la hormona del crecimiento, que realzan nuestra salud. Nuestro cuerpo mantiene su integridad, nuestras células se dividen con normalidad y todas nuestras funciones orgánicas operan óptimamente.

El origen de nuestra percepción, la interpretación de la mente, se halla en nuestro sistema de creencias. Y los pensamientos que nuestras creencias generan y sostienen están íntimamente conectados con nuestra biología, nuestra genética y nuestro comportamiento celular. Cuando la creencia cambia, la percepción también cambia; cuando la percepción cambia, los pensamientos cambian, y las respuestas neuroquímicas se transforman. La mente le dice a nuestra biología lo que está pasando en el mundo y cómo debe cambiar para ajustarse a los eventos que enfrentamos.

El efecto placebo: lo que tu mente cree, tu cuerpo crea
En un estudio los pacientes debían recibir una cirugía artroscópica de rodilla para sanar sus dolencias. Mientras que un grupo recibió la cirugía habitual, otro grupo recibió un placebo que consistía en una operación falsa: el paciente salía con una incisión suturada y la creencia de que había recibido cirugía, cuando en realidad no se le había efectuado ninguna intervención. Ambos grupos presentaron el mismo nivel de mejora.

En 1950, el Dr. Wolf (ver estudio aquí) trabajaba con mujeres a las que les habían introducido una esfera gástrica. Debido a las contracciones estomacales, experimentaban intensas náuseas y vómitos. El placebo fue la administración de un supuesto fármaco novedoso con la promesa de que eliminaría por completo esas sensaciones y reacciones fisiológicas. El fármaco era en realidad “epicac”, un químico que induce el vómito. Los pacientes creyeron firmemente que este nuevo y revolucionario fármaco detendría los vómitos, y no solo hizo eso, sino que además las contracciones estomacales regresaron a la normalidad. La creencia fue el único factor de recuperación.

En 1962, los doctores Ikemi y Nakagawa realizaron un estudio con pacientes adolescentes alérgicos al árbol de laca. Con los ojos vendados, les dijeron que uno de sus brazos sería expuesto a hojas de castaño y el otro a hojas de árbol de laca. Pero en realidad lo hicieron al revés: aplicaron árbol de laca donde les dijeron que aplicarían castaño, y viceversa. A pesar de su extrema alergia, el brazo que recibió árbol de laca permaneció igual, mientras que el brazo al que aplicaron castaño presentó una erupción cutánea severa. El cuerpo manifestó lo que la mente creyó (Fuente: Ikemi Y, Nakagawa S. A psychosomatic study of contagious dermatitis. Kyushu Journal of Medical Science. 1962;13:335–350).

Recordemos que no estamos hablando de evidencia anecdótica, sino de publicaciones científicas oficiales que legitiman el increíble poder que nuestra mente ejerce sobre nuestra biología.

“Podemos reescribir los programas que crean auto-sabotaje y malestar. Podemos cambiar nuestras creencias limitantes.”

Mente consciente, mente inconsciente
Consciente e inconsciente son partes interdependientes de la mente que poseen diferentes formas de aprender y operar.

La mente consciente es el resultado de la evolución más reciente del cerebro, la corteza prefrontal. Es la mente creativa e imaginativa que contiene nuestros deseos, anhelos y aspiraciones en la vida. Si alguien te pregunta: “¿qué quieres en la vida?”, tu respuesta viene de tu capacidad de imaginar y crear conscientemente estas imágenes del futuro deseado.

La mente inconsciente representa nuestros hábitos, programas y patrones. Por ejemplo, aprendemos a caminar a través de experiencia y repetición, pero una vez que hemos instalado este programa, se convierte en un hábito dirigido por la mente inconsciente. Cuando aprendemos un hábito, la mente inconsciente se encarga de reproducirlo de forma automática y reactiva sin que debamos pensar en ello,  lo que nos ahorra tener que aprenderlo una y otra vez. Fundamentalmente, la mente inconsciente es nuestra mente programada, y posee un tremendo potencial para grabar/descargar todo tipo de programas, especialmente durante la primera infancia. Nuestras creencias son también parte de esta programación inconsciente.

Hoy sabemos que los programas negativos y redundantes afectan nuestra salud. Sin embargo, si la calidad de nuestros programas es pobre no debemos culpar a nuestra mente, sino a nuestros programas. Nuestra mente no es los programas que contiene. Podemos reescribir los programas que crean auto-sabotaje y malestar. Podemos cambiar nuestras creencias limitantes.

¿Cómo hacer esto? Si nuestros programas son el resultado de un hábito, y un hábito es el resultado de una repetición sostenida, la repetición consciente de acciones diestras y pensamientos expansivos nos permitirá crear nuevos hábitos mente-cuerpo que reemplacen a los viejos hábitos inconscientes. El primer paso es adoptar una actitud correcta y tener la clara intención de reprogramar nuestras creencias restrictivas a través de la práctica continuada. La resiliencia es el Santo Grial que abona el camino de transformación de nuestras interpretaciones mentales, nuestros procesos biológicos y nuestro comportamiento.

Reescribiendo nuestra biología
El hábito de la práctica introspectiva es una de las mejores formas de reescribir nuestra biología. Al enviar señales de calma y seguridad a nuestro sistema nervioso, activamos voluntariamente los mecanismos biológicos de crecimiento.
En su libro Relaxation Revolution, el Dr. Herbert Benson, uno de los pioneros de la Medicina Mente Cuerpo y la Biología de la Creencia, comparte un fascinante estudio cuyos resultados demuestran que la mente puede influir en nuestra biología hasta el punto de modificar la expresión de nuestros genes y alargar el tamaño de nuestros telómeros.

Este estudio, llevado a cabo en la Harvard Medical School, reunió a 19 meditadores experimentados y 19 personas sin experiencia en prácticas mente-cuerpo. De los 20.000 genes que el Proyecto Genoma Humano estima que poseemos, el grupo no experimentado mostraba la nada desdeñable cantidad de 2.209 genes con una expresión diferente a la del grupo experimentado. Estos genes estaban asociados con enfermedades y condiciones médicas relacionadas con el estrés, incluyendo la deficiencia de respuestas inmunes, varios tipos de inflamación, envejecimiento prematuro, adelgazamiento de la corteza cerebral, problemas cardiovasculares y cáncer.

Después de solo 8 semanas de entrenamiento en diversas prácticas de atención plena durante 20 minutos al día, el grupo no experimentado cambió la expresión de 433 de estos genes, acercándose a la expresión génica del grupo de practicantes experimentados. Las probabilidades de que esto sucediera sin intervención voluntaria habían sido estimadas de 1 entre 10.000 millones.

Los protocolos del Dr. Benson y su equipo ofrecen evidencia irrefutable de que las prácticas introspectivas mente-cuerpo pueden activar el interruptor que enciende y apaga la expresión génica asociada a salud y enfermedad. La mente puede influir en el cuerpo hasta el punto de sanarlo.

Además, a medida que avanzamos en nuestra práctica introspectiva y nos volvemos íntimos con nosotros mismos, vamos viendo con claridad el sufrimiento que nos causamos. Poco a poco vamos comprendiendo nuestro dolor y nuestras desviaciones, y emerge en nosotros un entendimiento natural de las causas que nos han llevado hasta donde estamos. Cuando vemos nuestros patrones automáticos de comportamiento, nuestros pensamientos recurrentes, nuestras actitudes incorrectas, nuestras percepciones distorsionadas, nuestros bloqueos emocionales, nuestras desviaciones narcisistas y nuestros caprichos neuróticos, nos damos cuenta de que no somos eso que observamos y encontramos fortaleza interior. Vemos que son simplemente esquemas automatizados y restrictivos que crean desequilibrio y sufrimiento, y este conocimiento permite que nuestra capacidad de resiliencia emerja de forma natural.

La práctica de la atención plena es fundamental para poder permanecer en contacto con nosotros mismos y conocernos. Cuanto más atentos estamos a nuestros propios hábitos, más claramente podemos ver y reconocer qué motivaciones nos hacen sufrir, y cuáles no. 

La atención directa a nuestra experiencia vital presente, el viaje de regreso a la esencia que yace en la morada interior, nos trae discernimiento, serenidad y equilibrio, autorregulando nuestra biología en tiempo real.

La práctica de la atención plena es un camino hacia el autodescubrimiento y el autodesarrollo, una vía de realización que nos libera de los modelos de pensamiento perniciosos y las conductas deshonestas, permitiéndonos regresar a un estado de equilibrio natural en nuestro cuerpo (homeostasis) y en nuestra mente (claridad).

Resumiendo
  • Los genes no controlan nuestra biología. Nuestro comportamiento celular y nuestras funciones orgánicas dependen de las señales ambientales y de nuestra percepción de esas señales ambientales.
  • Si percibimos amenaza, nuestras células enferman. En el momento en que cambiamos de entorno o modificamos la percepción de lo que sucede en el entorno, las células regresan a su estado original de crecimiento y salud.
  • Nuestra percepción es dominio de la mente, y la forma en que la mente percibe depende de nuestras creencias, que básicamente son programas alojados en nuestro inconsciente.
  • Los programas mentales, fijados a través de la repetición y la experiencia, pueden ser eliminados y/o reprogramados.
  • El hábito de la práctica introspectiva, sostenido con una actitud resiliente, es una de las mejores formas de reescribir nuestra biología y regresar a un estado de funcionamiento óptimo en nuestro cuerpo y en nuestra mente.


Jorge Benito


EL ORIGEN DE LAS CREENCIAS:APRENDAMOS A CAMBIARLAS

El origen de las creencias: Aprendamos a cambiarlas



Las creencias son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas sobre nosotros mismos, sobre la gente de nuestro entorno, el mundo que nos rodea y su funcionamiento.

Nuestras creencias filtran lo que captamos a través de nuestro sistema sensorial, de manera que determinan el significado que asociamos a cada vivencia en particular, por insignificante que esta nos parezca. Las creencias ejercen un gran impacto sobre la manera en que nos comportamos y los resultados que obtenemos en base a nuestro comportamiento.

Las creencias actúan como “profecías de necesario cumplimiento”

Nuestras creencias, ya sean limitantes o potenciadoras, determinan nuestros actos, y nuestros actos verifican y refuerzan las creencias en un bucle que se retroalimenta a sí mismo. Con el paso del tiempo, las creencias se arraigan cada vez con más fuerza y parecen cada vez más reales.

Para continuar profundizando en el papel que las creencias desempeñan en la forma en que interpretamos nuestro mundo es necesario que precisemos los conceptos de leyes, supersticiones y creencias. Las leyes son verdades absolutas, hechos científicamente demostrados, por ejemplo, “el agua hierve a 100 grados centígrados”. Las leyes carecen de excepciones y siempre son válidas las condiciones en que se aplican. Por otro lado, las supersticiones tienen un valor de ley para las personas que las albergan. “No hay que pasar por debajo de una escalera ya que trae mala suerte”, “cruzarse con un gato negro es señal de mal agüero”, etc. Las personas que albergan este tipo de supersticiones son conscientes de que no constituyen leyes, sino que se tratan de creencias (de índole personal, familiar o cultural) que limitan su conducta. Las supersticiones, al igual que las creencias, están asociadas a una función psicológica concreta y expresan (de forma simbólica o metafórica) prohibiciones o límites que deben respetarse para mantener el equilibrio personal y social. Así pues, de acuerdo con los conceptos expuestos, podemos definir una creencia como una superstición inconsciente a la que se le suele atribuir el valor de una ley.

Las creencias operan al nivel de la estructura profunda e influyen sobre la estructura superficial de nuestros pensamientos y comportamientos. Aunque somos conscientes de muchas de nuestras creencias, en general nuestras creencias más arraigadas e influyentes operan fuera de nuestra percepción consciente. Hay algunas creencias que vemos como verdades absolutas y que nunca cuestionamos: “así son las cosas”, “yo soy así”. Un cambio de creencias puede generar un gran cambio en la forma en que vivimos nuestras vidas y en los comportamientos que manifestamos.

Las creencias también pueden tener un efecto muy significativo sobre nuestra salud, concretamente sobre el famoso “efecto placebo”. En numerosos estudios clínicos se ha determinado que un porcentaje estadísticamente significativo de pacientes responden a los placebos (sustancias inactivas) igual o mejor que los pacientes que reciben el fármaco activo.

¿Por qué? Sencillamente porque creen que va a funcionar. Tal puede ser la fuerza de una creencia

Una vez que creemos en algo, tendemos a ignorar las evidencias en contra y aceptamos sólo aquella información que refuerza esa creencia.

“Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto” (Henry Ford)

Estructura de las creencias

También podemos definir las creencias como un vínculo arbitrariamente establecido entre dos objetos concretos o abstractos. La naturaleza de este vínculo es de igualdad o de implicación/causalidad. Si bien esta estructura se mantiene fija, el contenido de las creencias es ilimitado.

En la creencia “yo soy un incompetente” se observa la estructura de igualdad, donde “Yo = incompetente” (X = Y). En esta creencia se crea un vínculo de igualdad entre la identidad de la persona y sus capacidades. Si, por otro lado, tomamos la creencia “Sólo se gana dinero trabajando duro”, podemos apreciar que en este caso existe un vínculo de dependencia o causalidad: ganar dinero implica trabajar duro. (Si X, entonces Y).

En relación con la manera en que se estructuran las creencias, si ponemos en práctica el uso del meta-modelo, seremos capaces de detectar una gran cantidad de creencias, tanto propias como ajenas, que manifestamos en nuestro discurso habitual.

¿Cómo se forman las creencias?

Las creencias se forman durante nuestro desarrollo y proceden de muchas fuentes distintas: *Educación, cultura, figuras parentales, amistades, acontecimientos traumáticos, experiencias repetitivas… Por lo general, construimos las creencias generalizando nuestras experiencias en el mundo. Adoptamos muchas de nuestras creencias mediante la socialización, imitando inconscientemente la visión y los modelos del mundo de aquellos que nos rodean, especialmente de aquellos a los que respetamos.

Mientras crecemos, las expectativas que la gente que nos rodea tienen en relación con nosotros nos van modelando poco a poco, sin que nos demos cuenta. Cuando somos jóvenes, tendemos a creer lo que otros dicen sobre nosotros porque carecemos de experiencias que nos permitan contrastarlo, y estas creencias pueden permanecer instaladas muchos años más tarde sin que logros posteriores sean suficientes para modificarlas.

Una creencia nace de una idea que con el paso del tiempo va reafirmándose a través de las experiencias que se viven. Cuando se han reunido las suficientes experiencias de manera repetida, se percibe que la idea inicial ha sido lo suficientemente sustentada y es por tanto cierta. Es entonces cuando la idea inicial se ha convertido en creencia. A partir de entonces, todo lo que hacemos mantiene y refuerza nuestra creencia. Lo que ha sucedido en este punto es que las creencias ya han dejado de ser simples mapas o recuerdos de las experiencias y se han convertido en estrategias que se emplearán para la planificación e interpretación de acciones futuras.

Cuando creemos algo, actuamos como si fuera verdad. De ahí que no sea fácil encontrar pruebas de su falsedad. Tal como mencionamos en la introducción a este módulo, las creencias actúan como una especie de profecía, y para ello se sirven de su potente efecto de filtro de nuestra percepción. Los hechos se interpretan de acuerdo con las creencias y las excepciones nos sirven para confirmar la regla. Se trata de un círculo de retroalimentación que tiende a perpetuar lo que creemos cierto.

Dado que las creencias constituyen un generador tan potente de significado en nuestras vidas y desempeñan un papel tan central en el proceso de percepción, es esencial que comencemos a hacernos con el control consciente de nuestras creencias, y para ello primero deberemos poder reconocerlas.


 Christian Simón