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viernes, 13 de julio de 2018

LOS SIGNOS DE LA DEPRESIÓN Y EL SUICIDIO QUE NO DEBERÍAS IGNORAR

Los signos de la depresión y el suicidio que no deberías ignorar


La muerte del chef Anthony Bourdain y Kate Spade ha vuelto a poner el foco en unas enfermedades estigmatizadas socialmente y de las que se habla y conoce poco

Los suicidios del chef y presentador de televisión Anthony Bourdain y la diseñadora Kate Spade , ocurridos hace poco, han vuelto a poner el foco en la depresión y sus efectos secundarios. Para la gente, Spade parecía tener una vida perfecta. Sin embargo, a puerta cerradas "había demonios personales contra los que estaba luchando", dijo su viudo, Andy Spade, en una declaración tras la muerte de la modista, el pasado 5 de junio, a los 55 años.

"Ella buscaba activamente ayuda para su depresión y ansiedad... Iba al médico de forma regular y tomaba medicamentos para ambas enfermedades", dijo Spade, enfatizando que su muerte fue un "completo shock". Al fallecimieno de Spade se suma el de Anthony Bourdain, el popular chef y personalidad de la televisión, que se quitó la vida a los 61 años.

La depresión es el principal factor de riesgo de suicidio. También es la causa principal de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, que cifra en más de 300 millones las personas que padecen la enfermedad.

Los trastornos del sueño son una de las características más comunes de la depresión

Las tasas de depresión no paran de aumentar en todo el mundo, pero la falta de apoyo a las cuestiones de salud mental sumada al estigma social de esta enfermedad, implica que muchos no reciban el tratamiento que necesitan para llevar una vida saludable.

Para alguien que vive con depresión, poder hablar con un ser querido o alguien en quien confíe es un primer paso para encontrar un tratamiento y recuperarse. La depresión aumenta el riesgo de padecer enfermedades y trastornos graves, entre los que se encuentran la adicción, el comportamiento suicida, la diabetes y las enfermedades del corazón, que se encuentran entre los mayores asesinos del mundo.

"Algunas personas creen de manera errónea que ofrecer ayuda a alguien en riesgo de suicidio empeorará la situación, pero en realidad no es así y se puede salvar una vida", afirma Jeffrey Borenstein, presidente de Brain & Behavior Research Foundation.

Aunque haya más del doble de mujeres diagnosticadas con depresión (un 15% frente al 6% de los hombres en España), las estadísticas son parejas cuando se trata de sus síntomas. No obstante, los hombres pueden padecer una sintomatología diferente por factores como la carga hormonal o los estereotipos propios de la sociedad.

Por eso, hay que estar atento a las señales:

1) Cambios en el sueño

Los trastornos del sueño son una de las características más tempranas y comunes de la depresión. De hecho, tres cuartas partes de los pacientes tienen síntomas de insomnio, según un estudio publicado en 'Dialogues in Clinical Neuroscience'.

Las personas también pueden experimentar lo que se llama "agitación psicomotora", que puede causar inquietud e incapacidad para sentirse cómodo, asegura Joseph Calabrese, profesor de Psiquiatría y director del Programa de trastornos del estado de ánimo del Hospital Cleveland University Medical Centers, recoge 'Today'.

La gente, básicamente, se queda atrapada en un ciclo de repetir situaciones negativas o analizar en exceso sus problemas

2) Mente confusa

Una de las cosas que las personas realmente deben tener en cuenta es cuán bien están funcionando a nivel cognitivo. A veces las personas no pueden sentarse durante 30 minutos a ver la televisión, a leer o hacer cualquier cosa que requiera algo de atención.

Otros signos sutiles de depresión pueden incluir una especie de "lentitud de pensamiento", olvido y dificultad para tomar decisiones.

3) Demasiada preocupación

La gente, básicamente, se queda atrapada en un ciclo de repetir situaciones negativas o analizar en exceso cosas.

Una pequeña autorreflexión es buena, pero preocuparse demasiado y hablar de las mismas cosas una y otra vez, se hace difícil para las personas que los rodean, que tienden a rechazarlos, lo que puede casuarles o aumentar su depresión, así como que florezcan sentimientos de baja autoestima.


4) Fluctuaciones de peso

Los cambios de peso pueden ser una señal de advertencia de depresión. Algunas personas pueden comenzar a comer demasiado. Otros pueden perder interés en lo culinario.

Estas modificaciones en sus patrones de alimentación pueden ir acompañados de fatiga y pérdida de placer. La mayoría de la gente disfruta de una buena comida, y los que están deprimidos pierden energía e interés, incluso comiendo. O pueden sobrecompensar y simplemente comer demasiado.

El comer en exceso o la pérdida de interés en los alimentos puede tener poco que ver con el hambre, ya que la depresión puede alterar partes del cerebro relacionadas con el control del placer y el apetito.

5) Pérdida de interés sexual

La depresión puede afectar al sistema límbico del cerebro, el área que controla el apetito, el sueño, la energía y el deseo sexual. Además, tomar ciertos antidepresivos pueden también hundir las ganas de tener relaciones sexuales.

6) Agresividad

Cuando alguien está deprimido no puede dar una explicación clara a su frustración, tan solo la siente y expresa. En algunos casos, los arrebatos de ira pueden deberse a un sentimiento de impotencia ante los problemas o el estado de salud.


Maria Palmero

martes, 11 de julio de 2017

¿Y si el sistema inmunológico controlara nuestra conducta?

Es como si la constante lucha entre patógenos y el sistema inmune tuviera la fuerza para dictar nuestra personalidad.


La unión entre mente y cuerpo no es una idea tan descabellada, principalmente desde que los últimos estudios han demostrado que inclusive el microbioma es capaz de influencia el estado de ánimo –y por tanto, la conducta– o que la mente tiene el poder de producir o curar enfermedades psicosomáticas.

Sin embargo, el mundo científico y médico aún se encuentra renuente a creer, del todo, en este fenómeno que numerosas personas han identificado desde sus propias experiencias. Quizá por esta razón se han dedicado a realizar con mayor frecuencia estudios al respecto. Como lo fue el equipo de investigación de la Universidad de Virginia School of Medicine, en EE.UU., quien encontró que al suprimir una molécula del sistema inmunológico en ratones, cambian tanto la conducta  como la interacción social de los animales. 

¿Es posible que el sistema inmunológico pueda jugar un rol importante en condiciones como el autismo o la esquizofrenia?  Esta fue una pregunta base de los investigadores de este estudio, quienes encontraron una respuesta afirmativa. Bastaría, según ellos, cambiar la manera en que el sistema inmune reacciona ante ciertos patógenos para cambiar la conducta antisocial. 

Jonathan Kipnis, líder de la investigación, explica que aunque suene loco, quizá sólo se necesite “controlar” la molécula  interferón gamma en el sistema inmune para que la personalidad sea “normal”. Es como si la constante lucha entre patógenos y el sistema inmune tuviera la fuerza para dictar nuestra personalidad.

Interferón gamma comienza a activarse cuando el cuerpo entra en contacto con un patógeno, como un virus o una bacteria, provocando una respuesta adaptativa para combatir el germen que está impactando negativamente. Esto se logra gracias a que los vasos meníngeos crean un puente directo entre el cerebro y el sistema linfático –y así con el sistema inmunológico–: “Se pensaba que el cerebro y el sistema inmunológico trabajaban de manera independiente, y que cualquier actividad inmune en el cerebro era un signo de alguna patología. Pero ahora, que se sabe que interactúan cercanamente, podemos creer que algunos rasgos comportamentales puedan evolucionar por la reacción del sistema inmunológico ante los patógenos.”

Esto podría ayudar a comprender los factores biológicos de la depresión, autismo y esquizofrenia: 

La relación entre las personas y los patógenos, sugieren los investigadores, podría afectar el desarrollo de nuestra conducta social, considerando que las interacciones sociales son necesarias para la supervivencia de la especie y necesitamos desarrollar maneras para que nuestro sistema inmunológico nos proteja de enfermedades que acompañan estas interacciones. 

 Para llegar a esta conclusión, los investigadores suprimieron el interferón gama en ratones, moscas, ratas y pez-cebra. En todas las especies hubo evidencia que esta molécula era esencial para la interacción social normal. Encontraron que al bloquear la molécula en los ratones, causaban una sobreactivación cerebral y, en consecuencia, un menor deseo de interactuar con otros. Pero al restaurar la molécula, también regresaba el cerebro a sus actividades sociales regulares, lo cual demostró la inevitable relación entre el sistema inmunológico y la conducta –al menos en ratones–. 


Kipnis concluyó que las moléculas inmunes están realmente definiendo el funcionamiento cerebral; pero quizá, la siguiente pregunta sea el impacto del sistema inmunológico en el desarrollo y funcionamiento del cerebro: “Pienso que los aspectos filosóficos en este trabajo son interesantes, pero también que el sistema inmunológico puede tener implicaciones clínicas.”

lunes, 21 de noviembre de 2016

El perdón: aprendiendo a sanar las heridas del pasado

En 2006, la Asociación de Psicología Americana (APA) publicó una recopilación de investigaciones en torno a la psicología del perdón y la reconciliación  
en el ámbito de conflictos con repercusión a escala social, como los atentados del 11 de septiembre de 2001 y actos de violencia masiva.

En el documento, titulado “Forgiveness: A Sampling of Research Results”, la APA define el perdón como un proceso (o el resultado de un proceso) que involucra un cambio en las emociones y actitudes hacia un ofensor. El resultado del proceso se describe como una disminución en la motivación para tomar represalias o guardar la lejanía respecto a un ofensor a pesar de sus acciones, y requiere dejar ir las emociones negativas que se experimenten hacia él.

El perdón es un proceso independiente que no debe ser confundido con excusar, condonar, indultar ni olvidar. Según la APA, todos estos son, a la vez, procesos individuales que involucran otro tipo de concientización y no conllevan los mismos resultados.

De este modo:

  Excusar implica tomar la decisión de no responsabilizar a una persona o grupo por una acción.

  Condonar supone que no vemos la acción como negativa o inadecuada y que no consideramos necesario perdonar a su autor.

  Indultar equivale a absolver a una persona de los crímenes por los que había sido condenada, y le corresponde únicamente a una figura social representativa.

  Olvidar es remover la ofensa del pensamiento.

EL PERDÓN DEBE SER VISTO POR QUIEN LO CONCEDE COMO UN FAVOR AUTODIRIGIDO QUE VIENE A OTORGAR BENEFICIOS INTERNOS, NO EXTERNOS

El perdón ha sido, como el conflicto, un proceso fundamental en la historia evolutiva del ser humano, así como un tema de atención crítica, no siempre desde el plano científico, pero sí desde la reflexión y el análisis consciente.

A pesar de esto, ha sido cuestión de apenas una década el estudio profundo y sistemático de los factores que influyen en la consolidación del perdón y sus beneficios para quien lo otorga. Como resultado, hoy es posible saber a ciencia cierta que perdonar concede a las víctimas de una ofensa:
  Una mejora en la salud física y mental.
  Una restauración del sentido de empoderamiento personal.
  Una posibilidad clara y sana de reconciliación entre el ofendido y el ofensor.
  Una sensación de esperanza por la resolución de un conflicto.
  Un cambio positivo en el esquema afectivo.

Cuatro claves para el camino hacia el perdón

LA OBSESIÓN CON EL PERDÓN ES TAN MALSANA COMO LA OBSESIÓN CON LA VENGANZA. EL PERDÓN TOMA TIEMPO

Por supuesto, el perdón no es solo un proceso interno esencial para librarse de emociones negativas y reforzar la buena salud mental, también es un camino empinado cuyo recorrido puede implicar años de resentimiento y ansias de tomar represalias en contra de un ofensor.

El énfasis de la psicología en investigar a lo largo de los últimos años acerca de las bases del perdón ha concluido, sin embargo, en algunos datos clave para propiciar la apertura al perdón y hacer más sólido el proceso.
A continuación, se presentan cuatro aspectos derivados de investigaciones científicas para mejorar la disposición al perdón y aprender a sanar las heridas del pasado.

El perdón es para quien lo concede, no para quien lo recibe

Un lastre común que dificulta el perdón es que las personas asumen que el hecho de perdonar equivale a minimizar la gravedad de la ofensa, restar importancia a su sufrimiento o permitir que quien los hirió se salga con la suya.

El psicólogo Frederic Luskin, director del proyecto Stanford Forgiveness Project enfocado a estudiar a las personas que se han visto afectadas por conflictos políticos internacionales, explica que el perdón debe ser visto por quien lo concede como un favor autodirigido que viene a otorgar beneficios internos, no externos.

Perdonar, porque la herida que sufrimos pudo haber sido causada por nosotros en otras circunstancias

El perdón desde la empatía, según el psicólogo Everett Worthington , cuya trayectoria en el estudio del perdón es amplia y destacable, explica que una práctica que impulsa y facilita perdonar es el ejercicio de ponernos en el lugar de la otra persona, es decir, de quien nos lastimó.

Cuando decidimos poner en práctica la empatía somos capaces de abrirnos a los posibles sentimientos o conflictos que nuestro ofensor atravesaba al momento de cometer sus actos.

Una técnica efectiva para esto es el ejercicio de la silla vacía, que consiste en sentarse frente a una silla vacía y vaciarnos emocionalmente como si en ella estuviese sentada la persona que nos ofendió. El proceso incluye cuestionar a esa persona por lo que hizo y, más adelante, cambiar lugares y ocupar su silla para dar respuesta a nuestras propias preguntas.
El ejercicio está pensado para despertar sentimientos de empatía o incluso de lástima hacia el ofensor, lo cual reduce el malestar y las emociones negativas.

El perdón toma (y debería tomar) tiempo
La obsesión con el perdón es tan malsana como la obsesión con la venganza. Perdonar, dice Luskin, toma tiempo y uno debe tener plena conciencia de ello para evitar ejercer presión sobre sí mismo y “dejar que las heridas sanen y que la mente se recupere del trauma”. 

Cuando se trata de conflictos de alto impacto, la psicoterapia es fundamental para ayudar a las personas a asimilar lo ocurrido y apoyar el proceso de perdón, que tampoco tiene por qué suponer un proceso de reconciliación con el ofensor, sino de liberación personal.