Psicología del perdón: aprendiendo a
sanar las heridas del pasado
En el documento, titulado “Forgiveness:
A Sampling of Research Results”, la APA define el perdón como un
proceso (o el resultado de un proceso) que involucra un cambio en las emociones
y actitudes hacia un ofensor. El resultado del proceso se describe
como una disminución en la motivación para tomar represalias o guardar la
lejanía respecto a un ofensor a pesar de sus acciones, y requiere dejar
ir las emociones negativas que se experimenten hacia él.
El perdón es un proceso independiente
que no debe ser confundido con excusar, condonar, indultar ni olvidar. Según
la APA, todos estos son, a la vez, procesos individuales que involucran otro
tipo de concientización y no conllevan los mismos resultados. De este modo:
• Excusar implica tomar la decisión de no
responsabilizar a una persona o grupo por una acción.
• Condonar supone que no vemos la acción como negativa
o inadecuada y que no consideramos necesario perdonar a su autor.
• Indultar equivale a absolver a una persona de los
crímenes por los que había sido condenada, y le corresponde únicamente a una
figura social representativa.
• Olvidar es remover la ofensa del pensamiento.
EL PERDÓN DEBE SER VISTO POR QUIEN LO
CONCEDE COMO UN FAVOR AUTODIRIGIDO QUE VIENE A OTORGAR BENEFICIOS INTERNOS, NO
EXTERNOS
El perdón ha sido, como el conflicto, un
proceso fundamental en la historia evolutiva del ser humano, así como un tema
de atención crítica, no siempre desde el plano científico, pero sí desde la
reflexión y el análisis consciente.
A pesar de esto, ha sido cuestión de
apenas una década el estudio profundo y sistemático de los factores
que influyen en la consolidación del perdón y sus beneficios para quien lo
otorga. Como resultado, hoy es posible saber a ciencia cierta que perdonar
concede a las víctimas de una ofensa:
• Una mejora en la salud física y mental.
• Una restauración del sentido de
empoderamiento personal.
• Una posibilidad clara y sana de
reconciliación entre el ofendido y el ofensor.
• Una sensación de esperanza por la
resolución de un conflicto.
• Un cambio positivo en el esquema
afectivo.
Cuatro claves para el camino hacia
el perdón
LA OBSESIÓN CON EL PERDÓN ES TAN MALSANA
COMO LA OBSESIÓN CON LA VENGANZA. EL PERDÓN TOMA TIEMPO
Por supuesto, el perdón no es solo un
proceso interno esencial para librarse de emociones negativas y reforzar
la buena salud mental, también es un camino empinado cuyo recorrido puede
implicar años de resentimiento y ansias de tomar represalias en contra de un
ofensor.
El énfasis de la psicología en
investigar a lo largo de los últimos años acerca de las bases del perdón ha
concluido, sin embargo, en algunos datos clave para propiciar la apertura al
perdón y hacer más sólido el proceso.
A continuación, se presentan cuatro
aspectos derivados de investigaciones científicas para mejorar la disposición
al perdón y aprender a sanar las heridas del pasado.
El perdón es para quien lo concede, no
para quien lo recibe
Un lastre común que dificulta el perdón
es que las personas asumen que el hecho de perdonar equivale a minimizar la
gravedad de la ofensa, restar importancia a su sufrimiento o permitir que quien
los hirió se salga con la suya.
El psicólogo Frederic Luskin, director
del proyecto Stanford
Forgiveness Project enfocado a estudiar a las personas que se
han visto afectadas por conflictos políticos internacionales, explica que el
perdón debe ser visto por quien lo concede como un favor autodirigido que viene
a otorgar beneficios internos, no externos.
Perdonar, porque la herida que sufrimos
pudo haber sido causada por nosotros en otras circunstancias
El perdón desde la empatía, según el
psicólogo Everett
Worthington, cuya trayectoria en el estudio del perdón es amplia y
destacable, explica que una práctica que impulsa y facilita perdonar es el
ejercicio de ponernos en el lugar de la otra persona, es decir, de quien nos
lastimó.
Cuando decidimos poner en práctica la
empatía somos capaces de abrirnos a los posibles sentimientos o conflictos que
nuestro ofensor atravesaba al momento de cometer sus actos.
Una técnica efectiva para esto es el
ejercicio de la silla vacía, que consiste en sentarse frente a una silla vacía
y vaciarnos emocionalmente como si en ella estuviese sentada la persona que nos
ofendió. El proceso incluye cuestionar a esa persona por lo que hizo y, más
adelante, cambiar lugares y ocupar su silla para dar respuesta a nuestras
propias preguntas.
El ejercicio está pensado para despertar
sentimientos de empatía o incluso de lástima hacia el ofensor, lo cual reduce
el malestar y las emociones negativas.
El perdón toma (y debería tomar) tiempo
La obsesión con el perdón es tan malsana
como la obsesión con la venganza. Perdonar, dice Luskin, toma tiempo y uno
debe tener plena conciencia de ello para evitar ejercer presión sobre sí mismo
y “dejar que las heridas sanen y que la mente se recupere del trauma”.
Cuando se trata de conflictos de alto
impacto, la psicoterapia es fundamental para ayudar a las personas a asimilar
lo ocurrido y apoyar el proceso de perdón, que tampoco tiene por qué suponer un
proceso de reconciliación con el ofensor, sino de liberación personal.
Fuente: Scientific American