El hábito de suponer y sus consecuencias
Por: Claudio Navarro
¿Qué pasó? ¿Por qué lo hizo? ¿Qué va a hacer? Si te sientes tentado(a) a responder a una pregunta similar con: “Pues, no sé, pero supongo que…”, quizás sea el momento de detenerte.
A qué llevan las suposiciones
Realizar una suposición es dar por hecho algo sin molestarnos en buscar pruebas para apoyar nuestro razonamiento. Es buscar una explicación y, a continuación, reforzarla con sucesivos pensamientos y comentarios. El problema es que la persona que supone, generalmente termina creyendo aquel hecho “creado” por él mismo. Lo más grave es que, en muchos casos, más tarde ni siquiera recuerda el origen de tal afirmación.
Así que, como vemos, es muy frecuente que una simple suposición generada por la “sencilla e inocente costumbre de hablar de los demás” termine transformada en un rumor falso y, en definitiva, en una mentira.
Suponer puede arruinar la reputación de otra persona, porque aunque tú enfatices que estás expresando tu opinión solamente y no un hecho, cuando tu declaración se ha echado a “correr”, lo más probable es que se omita la parte en que dijiste que no estabas seguro.
Y, algo sorprendente: aunque no comentes tus ideas con nadie más, de todos modos puedes crear una imagen distorsionada de la persona en cuestión en tu propia mente. Y todo por una simple e inocente suposición…
Combustible de malos pensamientos
Ya sea que el diálogo se mantenga con otra persona o contigo mismo, puedes estar alimentando una mentira, una mentira dirigida a otra persona o a ti mismo. Aún si la mentira no es tomada como cierta, genera ciertas emociones y las emociones son dificilísimas de borrar. Y aún si son borradas, quedarán los residuos de la sospecha y una predisposición negativa.
Piensa en los sentimientos que generan las siguientes suposiciones:
“Seguro que ella le está siendo infiel.”
“Los más probable es que él maltrate a los niños.”
“Supongo que sus palabras no son sinceras. No creo que nos haya dicho la verdad.”
¿Por qué siempre pensamos lo peor?
Lamentablemente, la mayoría de las suposiciones que hacemos son negativas. El ser humano tiene la tendencia a dar mayor importancia a las noticias malas. Pero, ¿por qué ocurre esto? Una teoría dice que esto se debe al instinto de supervivencia, porque a través del desarrollo del ser humano se prestaba más atención cuando alguien decía: “Esa serpiente es venenosa”, que cuando alguien decía “¡Qué lindo atardecer!”
Según dicha teoría, esto llevó a que demos más peso a cosas negativas y que, por ende, le asignemos más credibilidad. En otras palabras, en forma inconsciente y para preservarnos, estamos predispuestos a pensar lo peor de las otras personas…
Comúnmente, tendemos a suponer que muchas de las cosas que suceden tienen que ver con nosotros personalmente (aunque la verdad es que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera figuramos en la historia…), que los demás saben lo que nosotros queremos o deseamos, o que los demás reaccionarán igual que nosotros.
Ninguna de estas suposiciones es productiva y actuar basándonos en alguna de ellas puede llegar a ser devastador para todas las personas involucradas, incluyéndonos a nosotros mismos.
Que la suposición no sustituya la comunicación
¿Qué hacer si de veras te preocupa qué hizo alguien o por qué lo hizo? Eso es muy sencillo, ¡pregúntale! Un diálogo con la persona implicada es cien veces más productivo que un diálogo interno o con un tercero. Si simplemente haces una suposición, le estás robando a la persona implicada la oportunidad de expresarse.
Cuando te cercioras de las cosas, puedes actuar con una base de información confiable. Si no te sientes cómodo preguntando directamente, tendrás que evaluar si es un asunto que realmente te incumbe. Si no, ¿no sería mejor ocuparse de otros asuntos?
Que la suposición no obstaculice tu crecimiento personal
Las suposiciones no siempre tienen que ver con el comportamiento ajeno. Existe otra clase de suposiciones que pueden convertirse en una gran traba en nuestro propio camino.
Cuando suponemos que no nos va a gustar algo que nunca hemos probado, o que no podremos aprender algo nuevo, o que nunca podremos conocer ese lugar con el que tanto soñamos, etc., estamos construyendo una “pared” que nos bloqueará el paso a nuevas experiencias. A veces asumimos que las tradiciones son ineludibles y que no hay una manera diferente de hacer las cosas. Esto sofoca nuestra creatividad y nos convierte en personas rutinarias y estancadas.
En conclusión, deberíamos evitar las suposiciones a toda costa, se trate de uno mismo o de otras personas. En cambio, verifiquemos. Preguntemos. Averigüemos. Experimentemos.
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