Escrito en el
que se pone de manifiesto como alimentación y emociones están intimamente
ligadas, y las esencias florales de Bach que pueden ayudarnos a mejorar nuestra
relación con la comida. Publicado originalmente en el Boletín Nº50 de Sedibac (2008).
“Las necesidades básicas del ser humano son
sólo dos: el hambre y el amor” (Sigmund Freud)
En este trabajo se
describen algunas de las esencias florales del sistema Bach que pueden
servirnos de ayuda cuando no tenemos una relación “sana” con la comida. Cabe
señalar como advertencia importante que problemas severos como anorexia,
bulimia y obesidad grave, entre otros, requieren un tratamiento especializado,
aunque la terapia floral pueda colateralmente servir de ayuda.
Centrando la temática de este artículo, ¿a qué tipo de
problemas con la alimentación está dirigido este trabajo?. Como es conocido las
esencias florales de Bach tratan principalmente los “padeceres” emocionales de
la persona frente a un asunto, no el asunto en sí (el “cómo lo vive” y no el “qué”). Esto es, si la persona tiene “unos
kilos de más” y lo vive estupendamente, no se requiere de ninguna esencia
floral; en todo caso puede ser un síntoma de salud emocional en un mundo tan
influido por la imagen. Tampoco es una cuestión objetiva, ya que por ejemplo
una bella mujer con un cuerpo espléndido puede tener una relación de “dolor”
con la alimentación y con su imagen.
1.
Alimentación e
historia emocional
La forma en que nos relacionamos con la comida
está muy conectada con nuestro mundo emocional. Aunque existen otros
factores importantes (genéticos, educacionales, culturales, entre otros), una
relación inadecuada con la comida –en mi opinión- ha de enfocarse como un
síntoma o consecuencia de conflictos emocionales de la persona. Es por ello que
las dietas fracasan una y otra vez (a menudo empeorando el problema) o, como
mucho, producen mejoras temporales, porque están dirigidas al síntoma y no a la
causa.
Como señala Menéndez (2006) la
alimentación va asociada a toda nuestra historia emocional. Nuestro cuerpo es un organismo que se pone en marcha
gracias al alimento físico, la comida, y al alimento emocional, el amor, el
afecto. Si éste último falla, la mente busca canales para expresar su malestar.
La compulsión ante la comida, la inapetencia, la necesidad de perder peso, la
incapacidad para ganarlo o cualquier desorden alimentario son algunos de los
canales que nuestra psique utiliza para avisarnos de que algo no marcha como
debiera. La alimentación, por tanto, no sólo nos sirve como fuente de energía;
también puede tener la capacidad de acallar conflictos psicológicos que no
podemos expresar.
La ingesta de alimentos constituye un proceso de
comunicación, de significados emocionales. Confundir la comida con las emociones es algo
frecuente. Las personas, en ocasiones, recurrimos a la comida
para sentirnos mejor cuando nos encontramos, por ejemplo, frustrados, ansiosos
o solos. La tristeza o la rabia son emociones que nos pueden llevar a comer sin
tener hambre o a no comer cuando deberíamos hacerlo.
Durante el primer año de vida, los niños aprenden a
conocer el mundo utilizando su boca. La primera relación de afecto es la que se desarrolla
entre el bebé y quienes le alimentan. Así pues, se genera una
relación básica que perdurará durante toda nuestra vida: el afecto y la
nutrición.
Cuando el niño no
recibe una adecuada atención, ya sea por exceso (ofreciendo comida ante
cualquier malestar), o por defecto (negligencia), probablemente crecerá en la
perplejidad y la confusión, sintiéndose incapaz de distinguir cuándo tiene
hambre de cuando está satisfecho y, en el futuro, tendrá dificultad para
diferenciar entre la necesidad de alimento y otras necesidades o emociones.
También en el ámbito familiar se crean diferentes patrones de interacción en
los que se utiliza la comida con fines distintos a la nutrición, puede ser
usada como arma ofensiva o defensiva, como castigo o recompensa.
A partir del momento
en que un padre da a su hijo una galleta o un caramelo para consolarlo y que se
tranquilice, la comida se transforma en algo emotivo y no sólo físico. Desde la
infancia, la comida se utiliza para celebrar algo, calmarse, aliviar el
aburrimiento o la depresión y consolarse en momentos de tristeza o angustia.
Aceptar un trozo de tarta de cumpleaños porque rechazarlo sería antisocial,
premiarse con un poco de chocolate al concluir una ardua tarea, o beber sin
ganas una cerveza o una copa de vino cuando hacemos vida social son prácticas
de la vida cotidiana.
No es frecuente que de niños se nos ayude a identificar
las emociones. Es habitual en nuestra sociedad experimentar dificultad para
identificar lo que está sintiendo y expresarlo. En un mundo de tanto
conocimiento y cultura, la mayor parte de nosotros somos grandes “analfabetos
emocionales”. Las personas que sufren trastorno del comportamiento
alimentario tienen una gran confusión sobre sus estados emocionales internos,
incluidas las sensaciones de hambre o saciedad. Quienes
recurren a la comida o la rechazan como forma de compensar sus emociones
probablemente hayan aprendido desde niños a minimizar, negar o no mostrar ante
otras personas lo que están sintiendo.
Es por ello que,
cuando una cliente en el espacio de la consulta floral solicita ayuda para su
“incómoda o dolorosa” relación con la comida, entiendo que es apropiado
indicarle “que este es un tema que irá mejorando a lo largo de su proceso”,
evitando tratarlo como un objetivo en sí mismo, ya que es un síntoma de asuntos
habitualmente profundos y arraigados, que habrá que ir descubriendo. Citando de
nuevo a Menéndez (2006):
“Es inútil, perder tiempo y energías controlando obsesivamente
la dieta cuando el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de los afectos.
(…) La boca que se cierra y se abre a la comida es la misma boca que quiere hablar. Desamor, abandono, culpa, rabia, celos,
rivalidad, angustia o tristeza son algunos de los sentimientos que pueden estar
intentando expresarse a través de los conflictos con la alimentación (…). Cuando nuestra boca no
pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión emocional. (…) En ocasiones, las dietas intentan
controlar algo que no podemos controlar por dentro como el sentir que no somos
quienes queremos ser. Por ello, sólo cuando uno
comienza a quererse realmente puede afrontar una dieta saludable. De lo contrario, se
puede llegar a pensar que se está intentando controlar algo que va más allá de
los kilos (…). Los trastornos alimentarios aparecen cuando intentamos tapar con la comida conflictos que
no podemos resolver de otra forma (…) cuando un abismo separa lo que somos de lo que
nos gustaría ser”
2.
Flores de Bach y
nuestra relación con la comida
Cualquier emoción
puede expresarse a través de un conflicto con la comida. Por tanto, cualquiera
de las 38 esencias florales de Bach pueden servirnos de ayuda. He aquí una
selección personal:
La comida como auto-castigo y auto-exigencia:
Las esencias florales
relacionadas con la auto-condena, auto-castigo o auto-destrucción son, en mi
opinión, muy importantes en el tema que nos ocupa. Aunque la persona, en la
mayor parte de los casos, dependiendo de su grado de auto-conocimiento, no sea
consciente de esta relación:
“El exceso de comida me daña, así expío
mis culpas”.
Pine, cuando la persona se siente culpable
(consciente o no) y se castiga “poniéndose a rebosar”. Coincido con Menéndez
(2006) en que cualquier emoción puede expresarse a través de un
conflicto con la comida, pero el más espectacular es la culpa: “Es un
sentimiento inconsciente que se calma comiendo”.
“Me aborrezco, me doy asco” (por los kilos de
más)
Crab Apple, a la persona le
desagrada enormemente su aspecto (hasta darse “asco”). Esta esencia nos hace
retornar a un estado de proporción.
Ayuda amar el propio
cuerpo, nos devuelve a un estado de dignidad.
“Sólo el orden y auto-control interno pueden
salvarme” (al menos tengo control sobre lo que como)
Rock Water se pondrá muy estricto con la dieta (que será
rigidísima), y claro, vivirá mucha angustia a través de estados CherryPlum.
Estas cuatro esencias
(Pine, Crab Apple, Rock Water y Cherry Plum) constituyen un núcleo que pueden
actuar a modo de mapa emocional (unas llevan a otras y se retro-alimentan).
“Por no comerme al otro me como lo que pillo”
Comer o dejar de hacerlo por estar enfadado es algo que
ocurre más en mujeres que en varones, ya que tradicionalmente a éstas se les ha
reprimido mostrar rabia. Las personas que creen que no tienen derecho a
enfadarse, o las que se asustan mucho ante sus propias reacciones de enfado,
son más propensas a usar la comida inadecuadamente. Sucede que la persona se
siente rabiosa pero no lo ve o lo ve pero no se lo permite (soy “niña buena” o
“tengo miedo a las consecuencias de expresar mi enfado”), entonces el estado Holly (puede que sano (1)
inicial se vuelve contra la persona, y se transforma en Willow.
Desde ahí sólo la comida me calma “esa ansiedad que me provoca esta situación”,
que tiene como base ese enfado o resentimiento. Por no hacer daño al otro me lo
hago a mi, de diferentes formas, una de ellas puede ser atiborrándome de
comida.
“Comer calma mi vacío”…”un estómago sin fondo”
Compulsión a gratificarse alimentándose como revancha ante
la falta de nutrición afectiva y la insatisfacción de sentimientos de rechazo
anteriores. Heather, es así una de las flores
principales en la relación disfuncional con la comida. Es un estado emocional
que se sustenta en un sentimiento de vacío (fijación oral: “no hubo bastante
teta de mamá”), aunque la persona no sea consciente de ello, sino de una
necesitad de llenar un agujero… por ejemplo, con comida.
En momentos de mayor
soledad afectiva puede “arramblar” con el frigorífico. Heather relaciona
“inconscientemente” la comida con la falta de compañía, atención y afecto. Por
otra parte, aunque puede carecer objetivamente de este afecto también tiene
dificultad de nutrirse, es así un “pozo sin fondo” o un “estómago sin fondo”.
“Comer calma mi ansiedad”
De entre las emociones que pueden conducir a un uso
inadecuado de la comida destaca la ansiedad. Generalmente la ansiedad es más intensa cuanto menos
se conoce la causa que lo provoca. En general podrían incluirse aquí las
esencias florales relacionadas con estados de ansiedad y angustia (Orozco,
2004), destacando por la frecuencia en el tema que nos ocupa:
Agrimony que calma su ansiedad con la comida. Puede
sentir que “algo le pasa y no sabe lo que es”, está desconectado de sus
emociones y actúa compulsivamente. O puede saber qué le pasa, pero trata de
auto-engañarse, o minimizar el asunto, calmar su hipersensiblidad al dolor con
“comida” (o “comida como analgésico emocional”).
Aspen, es un estado de mucha angustia y
ansiedad que precede a “atracones” como forma de calmar esa preocupación
inespecífica.
“Mi problema con el peso es genético”
Cuando el problema del sobrepeso o la obesidad es genético
y/o la persona lo vive así la esencia Walnut, como en otros síntomas
físicos relacionados con la herencia, ayuda a romper el lazo, patrón o vínculo
de la constelación familiar.
“¿Qué puedo hacer? Cada uno es como es”
Si la persona vive con resignación (que no con aceptación)
sus “kilos de más”, sintiendo que no hay posibilidad de cambio porque “soy
así”, la esencia Wild Rose puede ser de ayuda.
“La comida me puede”
Centaury, dificultad de
límites, de “limitar” la ingesta en este caso, esencia que como Patrón
Transpersonal (Orozco, 1996 y 2003) ayuda a cortar con las adicciones, porque
“nos somenten”, en este caso “adicción” a la comida.
Cherry Plum ayuda en el mantenimiento de la voluntad
cuando existe una presión “me lo como – no me lo como” (y “me lo comí” y me
siento culpable (Pine) y despreciable (Crab Apple)).
¿Otras posibilidades? (para pensar más)
Chicory - Willow, ayudaría en la necesidad de estar
siempre acumulando y en la dificultad de soltar, en este caso kilos. Recordemos
que en Patrones Transpersonales (R. Orozco) Willow y Chicory son dos estados de
retención. Y en el Sistema Bach (Juan Bautista, 2007) constituyen una pareja
flor de personalidad-flor espiritualizada.
La pareja Agrimony – Walnut también estaría indicada para
quienes necesitan de la obesidad como escudo protector. Constituyen también una
pareja floral en el Sistema Bach anteriormente mencionado.
3.
Anti-dieta, cambio de
hábitos y flores de Bach
Aunque este escrito
tiene un enfoque más “anti-dieta” que de “ayuda en la dieta”, mientras vamos
aprendiendo a conocer y respetar nuestras emociones, algunas esencias florales que
pueden ayudarnos, si decidimos cortar con hábitos alimenticios dañinos para
nuestra salud física y/o emocional, a tener en cuenta pueden ser:
Heather, si sufrimos de “ansiedad oral”.
Necesitamos tener algo en la boca (palabras, cigarros, comida, etc.). Sensación
de insaciabilidad.
Gentian, “el gran facilitador” (Orozco, 2006),
también de las dietas, ¡cómo no!. Si nos desanimamos, frustramos o desalentamos
antes los retrocesos en nuestros planes de cambio de hábitos alimenticios, que
nos puede llevar a abandonar el intento.
Rock water si el exceso de
rigidez con el que abordamos el tema se convierte en un impedimento más que en
una ayuda.
Cherry Plum, si hay dificultad en
focalizar la voluntad en nuestro objetivo y disminuir el miedo (y la tentación)
“a caer” en hábitos alimenticios dañinos (en cantidad o calidad).
Crab Apple, para ayudarnos a ser
más amables con nosotros mismos y más objetivos con nuestro físico. Cuando nos
sentimos “que ese alimento en sí o ese exceso de alimento” nos está “ensuciando
por dentro”. Cuando el deseo de vernos libres de “esos kilos de más que nos
sobran” toma más importancia de la que tiene (desproporción entre lo objetivo y
lo subjetivo de la situación).
White Chesnut, para romper el
vínculo del pensamiento obsesivo, para dejar de pensar en la dieta, en la
comida. Cuando la comida es una obsesión.
Chestnut Bud, para el hábito de
caer una y otra vez en eso que no deseamos, para aprender de nuestra conexión
emociones-comida y “pillarnos” en el momento en el que la comida sustituye el
sostenimiento de la emoción. Para ayudarnos en tener conciencia de que “esa”
emoción nos impulsa a la comida.
Centaury, cuando sentimos que
la comida “nos puede”, para ayudarnos a romper con la dependencia.
Walnut, ayuda a romper con hábitos adquiridos
y que queremos dejar atrás. Cuando las costumbres y reuniones familiares nos
desvían de nuestro propósito.
Agrimony, no sólo por ser un
gran ansiolítico del sistema Bach, sino para ayudarnos en la conciencia
emocional y en sentir que podemos hacernos cargo de nuestras emociones. Aunque
no aconsejo tomarla más de 4 veces por día, ya que una toma frecuente en
determinadas personas que acusen Agrimony de forma arraigada en su carácter
puede provocar un efecto contrario al inicio.
Y “cualquier otradel total de las 38” ya que nunca está demás recordar que éstas
son sólo ideas, sugerencias… un “ejercicio de pensar floralmente sobre un
tema”; y no una fórmula, sino posibilidades cuya lectura puede “hacernos caer
en cuenta”.
Recuerden que también
pueden usarse las Flores de Bach para cocinar, la cocción, según E. Grecco
(2007), potencia su efecto, y sin duda, ¡puede ser todo un disfrute!.
Referencias bibliográficas
- Grecco, E. (2007). Trauma, emoción y síntoma. Comentario en el contexto del curso impartido en Arké. Noviembre. Barcelona.
- Juan Bautista, L. (2007). Las dos series de flores, sus correspondencias y otras investigaciones. Indigo, Barcelona.
- Menéndez, I. (2006). Alimentación emocional. La relación entre nuestras emociones y los conflictos con la comida. Ed. Grijalbo.
- Orozco, R. (1996). Flores de Bach: Manual para Terapeutas Avanzados. Indigo. Barcelona.
- Orozco, R. (2003). Flores de Bach: Manual de Aplicaciones Locales. Indigo, Barcelona.
- Orozco, R. (2004). Abordaje de la ansiedad y la angustia desde la Terapia Floral de Bach. Ponencia presentada al III Congreso Nacional de Terapia Floral, Benalmádena, 27 noviembre.
- Orozco, R. (2006). Gentian: el gran facilitador. Revista Sedibac 42, pp: 12-13. Asociación Sedibac, Barcelona.
Notas
(1) Miedo, tristeza y rabia son emociones básicas
desagradables pero funcionales.
Referencia de este trabajo:
- Almansa, C. 2008.
Hambre, Amor y flores de Bach. Publicado en el Boletín Nº50 de Sedibac.
Traducido al
francés en: Les fleurs du bien (Faim,Amour et Fleurs de Bach).
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