En 2006, la
Asociación de Psicología Americana (APA) publicó una recopilación de
investigaciones en torno a la psicología del perdón y la reconciliación
en el ámbito
de conflictos con repercusión a escala social, como los atentados del 11 de
septiembre de 2001 y actos de violencia masiva.
En el
documento, titulado “Forgiveness: A Sampling of Research Results”,
la APA define el perdón como un proceso (o el resultado de un proceso)
que involucra un cambio en las emociones y actitudes hacia un ofensor. El
resultado del proceso se describe como una disminución en la motivación para
tomar represalias o guardar la lejanía respecto a un ofensor a pesar de sus
acciones, y requiere dejar ir las emociones negativas que se
experimenten hacia él.
El perdón
es un proceso independiente que no debe ser confundido con excusar,
condonar, indultar ni olvidar. Según la APA, todos
estos son, a la vez, procesos individuales que involucran otro tipo de
concientización y no conllevan los mismos resultados.
De este
modo:
• Excusar implica tomar la decisión de no responsabilizar a una
persona o grupo por una acción.
• Condonar supone que no vemos la acción como negativa o
inadecuada y que no consideramos necesario perdonar a su autor.
• Indultar equivale a absolver a una persona de los crímenes por
los que había sido condenada, y le corresponde únicamente a una figura social
representativa.
• Olvidar es remover la ofensa del pensamiento.
EL PERDÓN DEBE SER VISTO POR QUIEN LO
CONCEDE COMO UN FAVOR AUTODIRIGIDO QUE VIENE A OTORGAR BENEFICIOS INTERNOS, NO
EXTERNOS
El perdón
ha sido, como el conflicto, un proceso fundamental en la historia evolutiva del
ser humano, así como un tema de atención crítica, no siempre desde el plano
científico, pero sí desde la reflexión y el análisis consciente.
A pesar de
esto, ha sido cuestión de apenas una década el estudio profundo y
sistemático de los factores que influyen en la consolidación del perdón y
sus beneficios para quien lo otorga. Como resultado, hoy es posible saber a
ciencia cierta que perdonar concede a las víctimas de una ofensa:
• Una mejora en la salud física y mental.
• Una restauración del sentido de
empoderamiento personal.
• Una posibilidad clara y sana de
reconciliación entre el ofendido y el ofensor.
• Una sensación de esperanza por la
resolución de un conflicto.
• Un cambio positivo en el esquema
afectivo.
Cuatro claves para el camino hacia el perdón
LA OBSESIÓN CON EL PERDÓN ES TAN MALSANA
COMO LA OBSESIÓN CON LA VENGANZA. EL PERDÓN TOMA TIEMPO
Por
supuesto, el perdón no es solo un proceso interno esencial para librarse de
emociones negativas y reforzar la buena salud mental, también es un camino
empinado cuyo recorrido puede implicar años de resentimiento y ansias de tomar
represalias en contra de un ofensor.
El énfasis
de la psicología en investigar a lo largo de los últimos años acerca de las
bases del perdón ha concluido, sin embargo, en algunos datos clave para
propiciar la apertura al perdón y hacer más sólido el proceso.
A
continuación, se presentan cuatro aspectos derivados de investigaciones
científicas para mejorar la disposición al perdón y aprender a sanar las
heridas del pasado.
El perdón
es para quien lo concede, no para quien lo recibe
Un lastre
común que dificulta el perdón es que las personas asumen que el hecho de
perdonar equivale a minimizar la gravedad de la ofensa, restar importancia a su
sufrimiento o permitir que quien los hirió se salga con la suya.
El
psicólogo Frederic Luskin, director del proyecto Stanford Forgiveness
Project enfocado a estudiar a las personas que se han visto afectadas por conflictos
políticos internacionales, explica que el perdón debe ser visto por quien lo
concede como un favor autodirigido que viene a otorgar beneficios internos, no
externos.
Perdonar,
porque la herida que sufrimos pudo haber sido causada por nosotros en otras
circunstancias
El perdón
desde la empatía, según el psicólogo Everett Worthington , cuya trayectoria en el estudio del perdón es amplia y destacable, explica que
una práctica que impulsa y facilita perdonar es el ejercicio de ponernos en el
lugar de la otra persona, es decir, de quien nos lastimó.
Cuando
decidimos poner en práctica la empatía somos capaces de abrirnos a los posibles
sentimientos o conflictos que nuestro ofensor atravesaba al momento de cometer
sus actos.
Una técnica
efectiva para esto es el ejercicio de la silla vacía, que consiste en sentarse
frente a una silla vacía y vaciarnos emocionalmente como si en ella estuviese
sentada la persona que nos ofendió. El proceso incluye cuestionar a esa persona
por lo que hizo y, más adelante, cambiar lugares y ocupar su silla para dar
respuesta a nuestras propias preguntas.
El
ejercicio está pensado para despertar sentimientos de empatía o incluso de
lástima hacia el ofensor, lo cual reduce el malestar y las emociones negativas.
El perdón
toma (y debería tomar) tiempo
La obsesión
con el perdón es tan malsana como la obsesión con la venganza. Perdonar,
dice Luskin, toma tiempo y uno debe tener plena conciencia de ello para evitar
ejercer presión sobre sí mismo y “dejar que las heridas sanen y que la mente
se recupere del trauma”.
Cuando se
trata de conflictos de alto impacto, la psicoterapia es fundamental para ayudar
a las personas a asimilar lo ocurrido y apoyar el proceso de perdón, que
tampoco tiene por qué suponer un proceso de reconciliación con el ofensor, sino
de liberación personal.
Fuente: Scientific American
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