sábado, 20 de diciembre de 2014

CÓMO SE DEFINE LA SALUD EN TERAPIA FLORAL


CÓMO SE DEFINE LA SALUD EN TERAPIA FLORAL
Patricia Kaminski

¿Se trata de ausencia de enfermedad o de malestar? ¿Se trata de algún cierto estado de iluminación o de éxtasis? ¿Se trata, acaso, de cuánto tiempo viviremos, o de cómo se comparan las estadísticas de nuestras constantes vitales con ciertos patrones sociales establecidos? ¿Es quizás un estado impreciso de neutralidad emocional en el que nunca sufrimos de estrés, de preocupación, o de rabia?
 Desde el punto de vista de la terapia floral, tendríamos que responder “no” a todas las preguntas arriba planteadas. Nuestro propósito en relación con la salud es un equilibrio dinámico en el cual cuerpo, alma y espíritu pueden participar en su conjunto.
La salud es la capacidad de celebrar la vida, de sumergirnos de forma completa en nuestros cuerpos y en el mundo en el que vivimos. Es también entusiasmo y sentido de propósito en aquello que hacemos, en el trabajo, en la familia, en la vida social, en la expresión creativa, y en la contemplación interior.
La verdadera salud nos da también capacidad de hacer frente a la adversidad y al sufrimiento, de entrar en la imperfección y en la contradicción. La enfermedad y la desgracia no son enemigos, sino que son los maestros gracias a los cuales, aprendemos, crecemos y evolucionamos.
Buscar solamente la perfección física, tal y como algunos programas de salud basados en actitudes materialistas proponen, puede resultar en enfermedad y en estancamiento para el alma; de hecho, la enfermedad es con frecuencia la forma en la que los mundos superiores nos inician, creando las condiciones gracias a las cuales podemos cambiarnos a nosotros mismos de forma radical en todos los niveles, desde lo celular hasta lo espiritual. Entonces la salud deja de ser la ausencia de enfermedad para convertirse en la capacidad de enfrentar, de transformar y de comprendernos, de hecho, mejorar físicamente cuando atendemos al trabajo interior que no es requerido, al tiempo que podemos también aprender a sobrellevar un hándicap o un impedimento dados. Al tiempo que el alma sabia respeta de forma profunda ese templo que es el cuerpo, también aprende el cuándo y el cómo dejarse ir en el sufrimiento, en el envejecimiento y en la muerte, dándose cuenta que esos son umbrales a través de los cuales ella pasa desde un estadio hacia otro.
Buscar solamente la perfección espiritual, de forma que aislemos nuestras vidas de manera tan cuidadosa que no haya situación adversa o tentación corporal que nos saque de nuestro equilibrio, también puede ser un error. Con ese enfoque con frecuencia suprimimos, en lugar de transformar, las partes de sombra de nosotros mismos impidiendo así nuestra evolución; el orgullo espiritual nos impide ser completamente humildes y humanos. Bach escribió: “el deseo de ser bueno, el deseo de ser Dios, puede ser un obstáculo tan grande en la vida espiritual como lo son el deseo de riquezas y de poder en la experiencia terrenal. Cuantos más avanzamos, mayores serán la humildad y la paciencia, al igual que el deseo de servir”; la verdadera salud es una forma en la que el espíritu sigue encontrándose con la personalidad, en lugar de cerrarse y apartarse de aquello que parece inferior o tocado por el defecto.
Muchas personas que comienzan a asumir las responsabilidades derivadas de sus limitaciones, dándose cuenta de las conexiones entre sus enfermedades y sus emociones, pueden con frecuencia caer en una trampa sutil, que podríamos denominar “culpa holística”. Cada mancha o cada imperfección parecen magnificar o exponer la vulnerabilidad desnuda del alma, y un enjuiciamiento duro de los errores puede llevar a la rigidez y al odio a uno mismo. Una actitud tan estricta también trabaja en contra de la verdadera salud, porque aquello que buscamos de forma inconsciente es el controlar en lugar de aceptarla. Desde nuestra limitada atalaya no podemos ver todas las avenidas del destino, ni todas las razones por las cuales nos acontecen ciertas cosas. Puede ser muy erróneo el creer que nosotros “creamos” personalmente nuestra realidad; responsabilidad significa “capacidad para responder, y eso no quiere decir que nuestro destino esté exclusivamente a nuestro cargo, pues la auténtica salud del alma incluye la aceptación, así como una capacidad abierta de rendición ante la vida, una rendición que está guiada por una fe y por una confianza profundas en nuestra propia bondad esencial y en que hay seres espirituales superiores que cuidan de nosotros.


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