CÓMO SE DEFINE LA SALUD EN TERAPIA
FLORAL
Patricia Kaminski
¿Se trata de ausencia de enfermedad o
de malestar? ¿Se trata de algún cierto estado de iluminación o de éxtasis? ¿Se
trata, acaso, de cuánto tiempo viviremos, o de cómo se comparan las estadísticas de nuestras constantes vitales
con ciertos patrones sociales establecidos? ¿Es quizás un estado impreciso de
neutralidad emocional en el que nunca sufrimos de estrés, de preocupación, o de
rabia?
Desde el punto de vista de la terapia
floral, tendríamos que responder “no” a todas las preguntas arriba planteadas.
Nuestro propósito en relación con la salud es un equilibrio dinámico en el cual
cuerpo, alma y espíritu pueden participar en su conjunto.
La salud es la capacidad de celebrar
la vida, de sumergirnos de forma completa en nuestros cuerpos y en el mundo en
el que vivimos. Es también entusiasmo y sentido de propósito en aquello que
hacemos, en el trabajo, en la familia, en la vida social, en la expresión
creativa, y en la contemplación interior.
La verdadera salud nos da también
capacidad de hacer frente a la adversidad y al sufrimiento, de entrar en la
imperfección y en la contradicción. La enfermedad y la desgracia no son
enemigos, sino que son los maestros gracias a los cuales, aprendemos, crecemos
y evolucionamos.
Buscar solamente la perfección
física, tal y como algunos programas de salud basados en actitudes
materialistas proponen, puede resultar en enfermedad y en estancamiento para el
alma; de hecho, la enfermedad es con frecuencia la forma en la que los mundos superiores
nos inician, creando las condiciones gracias a las cuales podemos cambiarnos a
nosotros mismos de forma radical en todos los niveles, desde lo celular hasta
lo espiritual. Entonces la salud deja de ser la ausencia de enfermedad para
convertirse en la capacidad de enfrentar, de transformar y de comprendernos, de
hecho, mejorar físicamente cuando atendemos al trabajo interior que no es
requerido, al tiempo que podemos también aprender a sobrellevar un hándicap o
un impedimento dados. Al tiempo que el alma sabia respeta de forma profunda ese
templo que es el cuerpo, también aprende el cuándo y el cómo dejarse ir en el
sufrimiento, en el envejecimiento y en la muerte, dándose cuenta que esos son
umbrales a través de los cuales ella pasa desde un estadio hacia otro.
Buscar solamente la perfección
espiritual, de forma que aislemos nuestras vidas de manera tan cuidadosa que no
haya situación adversa o tentación corporal que nos saque de nuestro
equilibrio, también puede ser un error. Con ese enfoque con frecuencia
suprimimos, en lugar de transformar, las partes de sombra de nosotros mismos
impidiendo así nuestra evolución; el orgullo espiritual nos impide ser
completamente humildes y humanos. Bach escribió: “el deseo de ser bueno, el
deseo de ser Dios, puede ser un obstáculo tan grande en la vida espiritual como
lo son el deseo de riquezas y de poder en la experiencia terrenal. Cuantos más
avanzamos, mayores serán la humildad y la paciencia, al igual que el deseo de
servir”; la verdadera salud es una forma en la que el espíritu sigue
encontrándose con la personalidad, en lugar de cerrarse y apartarse de aquello
que parece inferior o tocado por el defecto.
Muchas personas que comienzan a
asumir las responsabilidades derivadas de sus limitaciones, dándose cuenta de
las conexiones entre sus enfermedades y sus emociones, pueden con frecuencia
caer en una trampa sutil, que podríamos denominar “culpa holística”. Cada
mancha o cada imperfección parecen magnificar o exponer la vulnerabilidad
desnuda del alma, y un enjuiciamiento duro de los errores puede llevar a la
rigidez y al odio a uno mismo. Una actitud tan estricta también trabaja en
contra de la verdadera salud, porque aquello que buscamos de forma inconsciente
es el controlar en lugar de aceptarla. Desde nuestra limitada atalaya no
podemos ver todas las avenidas del destino, ni todas las razones por las cuales
nos acontecen ciertas cosas. Puede ser muy erróneo el creer que nosotros
“creamos” personalmente nuestra realidad; responsabilidad significa “capacidad
para responder, y eso no quiere decir que nuestro destino esté exclusivamente a
nuestro cargo, pues la auténtica salud del alma incluye la aceptación, así como
una capacidad abierta de rendición ante la vida, una rendición que está guiada
por una fe y por una confianza profundas en nuestra propia bondad esencial y en
que hay seres espirituales superiores que cuidan de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario