“…Así como no debes intentar curar tus ojos sin curar la cabeza, ni la cabeza sin curar todo el cuerpo, no debes tratar el cuerpo sin el alma…”
Fragmentos del Cármides.
Diálogos de Platón
La idea de interrelación entre lo mental y lo corporal, ha estado siempre
presente en la historia de la humanidad; pero la investigación continuada
comenzó recién en el siglo XIX.
La medicina psicosomática, la medicina conductual, la
psicofisiología y la psicología de la salud, han aportado datos que avalan la
relación entre los factores psicológicos, la enfermedad y la salud física.
Entre
los factores psicológicos son de fundamental importancia las emociones.
Reacciones emocionales como la ira, la hostilidad, el miedo, la
tristeza, la depresión, la ansiedad, el stress presentan correlatos
fisiológicos, resultado de complicados mecanismos que por influencia del
Sistema Nervioso afectan a las secreciones glandulares, los órganos y tejidos,
los músculos y la sangre.
Día a día aparecen estudios que avalan la relación entre
factores emocionales y trastornos cardiovasculares, digestivos e incluso los
derivados de un mal funcionamiento del sistema inmunológico.
Los llamados clásicamente trastornos psicosomáticos o psicofisiológicos representan el campo de estudio de
esta interrelación.
Autores de corte psicodinámico como Alexander (1950) sostuvieron
la interrelación entre los distintos rasgos de personalidad y ciertos trastornos psicosomáticos. Holmes y Rahe, 1967
destacaron el papel de los “sucesos vitales”. En la década de los 80 diversos
autores, reelaboraron la relación entre los procesos psicológicos y los trastornos somáticos incluyendo las variables cognitivas.
La mencionada corriente de pensamiento sostiene que las emociones y la personalidad influyen en la salud y en el
proceso del enfermar, de muy diversas formas. Se transformó el concepto de
enfermedad.
A mediados del siglo XIX, las 3/5 partes de las muertes en los
países desarrollados, eran producidas por enfermedades infecciosas, como la
tuberculosis, la disentería, el cólera, las diarreas, la malaria, la neumonía,
etc. Estas enfermedades producidas por las precarias condiciones de vida,
fueron gradualmente bien controladas mediante el tratamiento de las aguas, el
cuidado de los alimentos, los programas públicos de inmunización, prevención y
control ambiental. Luego, otras enfermedades vinieron a sustituir a las
anteriores en el ranking de la mortalidad tales como, las enfermedades
cardiovasculares, el cáncer y recientemente las enfermedades inmunológicas y
degenerativas crónicas como el mal de Alzheimer, etc. y enfermedades
relacionadas con el estilo de vida.
Por eso, en la década de los 60 se trasforma el
modelo médico tradicional en un modelo bio-psicosocial que tiene en
cuenta a los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales en la
génesis, mantenimiento y agravamiento de las enfermedades.
Las emociones se han planteado como una de las
variables a tratar y controlar en la nueva concepción de salud y se han
enumerado los distintos papeles que juegan los factores de riesgo de la
enfermedad.
1. Las emociones negativas como la ansiedad, el stress,
la ira, son notoriamente factores de riesgo en la génesis de la enfermedad
somática. Fue Hans Selye (1936) el
pionero en investigar los efectos de stress en el origen de varias
enfermedades, hasta autores como Lazarus y Folkman (1984) quienes introducen
variables cognitivas que tienen que ver con la forma de interpretar y afrontar
las situaciones problemáticas.
2. Otro paso significativo se dio cuando se postuló
que las emociones no tienen sólo un rol de factor precipitante o
causante de la enfermedad sino también como responsables del desarrollo,
agravamiento, y cronificación de la misma. Son muchos los autores que
sostienen esa postura en enfermedades como el asma, el dolor de cabeza, las
enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, la úlcera, el cáncer, distintas
enfermedades de carácter inmunológico y también en los procesos de recuperación
postquirúrgica.
3. Asimismo, los estados emocionales van a
representar un factor de riesgo muy especial cuando se cronifican ya
que en ese caso afectan a la salud por inducción de hábitos conductuales poco
saludables: ingesta de alcohol, el consumo de tabaco, una dieta poco variada, y
con exceso de grasas, y la escasa actividad física.
4. El estado emocional puede perturbar las actitudes del
paciente con respecto a las personas que tienen a cargo el cuidado de su salud, con su propia familia e incluso influir
negativamente en el cumplimiento de las prescripciones médicas. El paciente
puede tomar decisiones que interfieran su proceso de curación; la adhesión al
tratamiento se torna clave en las enfermedades crónicas.
La Psicología tiene un rol decisivo que cumplir en el diseño de tratamientos
que modifiquen las consecuencias negativas derivadas de la relación entre
emoción y enfermedad.
La clave de la Psicología actual está en el
estudio de las disfunciones cognitivas, en los problemas de procesamiento
cognitivo y en la dificultad para expresar las emociones. Son estos conceptos,
los que se están configurando como piezas claves en el estudio de la relación
entre las emociones y la salud.
Tanto la falta de control de las
emociones como la no expresión de las mismas, parecerían ser los factores de
riesgo que aumentan la vulnerabilidad hacia el padecimiento de distintas enfermedades.
Finalmente y como contrapartida, la alegría, el
buen humor, la solidaridad, la empatía y la esperanza son los antídotos
naturales que preservan nuestra salud física y mental.
Iris Pugliese
Lic. en Psicología
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